E-Commerce en las librerías

Sandra Cara Camarena.

Editora y Directora general académica de la Unical.

 

Hola, que tal, bienvenidos a este sexto encuentro de libreros. Agradezco a la Universidad Autónoma de Hidalgo, quienes me invitaron a participar como conferencista en el marco de la trigésima tercera edición de la Feria Universitaria del Libro, con el tema E-Commerce en las librerías.

Para entrar en materia me gustaría contextualizar un poco en torno a las condiciones que actualmente enfrentan las librerías.

No es descabellado escuchar comentarios como el que “las librerías tal como las conocemos tienen difícil su supervivencia” o si éstas “correrán la misma suerte que los videoclubes”, etcétera. Y si bien hay posturas a favor y en contra, lo cierto es que uno de los sectores más golpeados por la emergencia sanitaria derivada de la COVID-19 es precisamente el librero, aunado a los cambios en los hábitos de consumo en los últimos años y al acortamiento del ciclo de vida de los libros. De acuerdo con datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM)[1] hay alrededor de 1,590 librerías en el país, de las cuales 31 por ciento se encuentran en la CDMX, seguidos por Jalisco y el Estado de México con 7 por ciento, respectivamente. De éstas, 62 por ciento son librerías tradicionales, 19 por ciento son librerías de editoriales y alrededor del 7 por ciento son librerías universitarias. Si consideramos alrededor de 112 millones de habitantes en el país, tendríamos alrededor de 70 mil habitantes por librería[2].

Visto así, pareciera que las librerías podrían tener suficientes visitantes, con las consiguientes ventas y desplazamiento de producto. Sin embargo, la realidad es que en México las personas leen alrededor de 3.4 libros al año (cifras del INEGI)[3], cifra muy baja comparada con otros países y de menor población, y solo el 17.8 por ciento[4] acude a una librería a adquirir un libro. La mayor parte de estas librerías son pequeños espacios o librerías de barrio. De acuerdo con datos publicados por El Economista ®, a su vez obtenidos por Nielsen Bookscan México®, comparada con el 2019, la contracción de la facturación anual por venta de libros físicos ha sido del 19.8 por ciento. Otro dato importante que destacar es el que aporta el INEGI sobre los hábitos de consumo de los lectores, en donde señala que más del cincuenta por ciento de la población, hombres y mujeres, adquieren los libros de forma gratuita.

Ante este panorama, cualquiera diría que el horizonte es bastante desolador para este vital eslabón del ecosistema del libro. Sin embargo, no es menos cierto que, a lo largo de su historia, las librerías han tenido y tienen ahora más que nunca, la necesidad de reinventarse, primero por los bajos porcentajes de lectores que hay en México, las contadas aproximaciones a estos espacios por parte de la población, la falta de políticas reales para el fomento a la lectura, lo que a implicado que se hayan implementado diferentes estrategias para atraer un público ávido de nuevas experiencias, un público en constante evolución en todos sentidos. Entre las estrategias implementadas destacan: cuentacuentos, presentaciones, firmas de libros, conferencias, círculos de lectura, hasta hacer más confortable la estancia del lector dentro de estos espacios.

No obstante, como resultado de la pandemia, muchas librerías llevan meses sin abrir al no ser su labor considerada una actividad vital o fundamental, su reapertura en esta nueva normalidad se ha visto afectada, muchas no tienen claridad en los protocolos a seguir y como mantener los ingresos, algunas aún están considerando la posibilidad de continuar o no en el negocio, con la consiguiente afectación económica y cultural. De acuerdo con la Almac (Asociación de Librerías de México) las ventas de libros han bajado el 80 por ciento y se estima que el 50 por ciento de las librerías no reabrirán tras la pandemia. Para la RELI (Red de Librerías Independientes) el problema apenas empezará cuando se empiece a reactivar la economía y se evalúe el verdadero impacto en los bolsillos de los mexicanos. ¿Seguirán siendo una prioridad los libros? Y ¿de forma física o virtual? De acuerdo con Claudia Bautista, presidenta de la RELI “las librerías han demostrado ser resilientes”[5] en épocas de crisis y espera que por ello salgan adelante de esta crisis.

No hay que olvidar que la comercialización de libros en México representa 9 mil millones de pesos al año (más de 402 millones de dólares) de acuerdo con la Cámara Nacional de la industria Editorial Mexicana (CANIEM)[6]; es decir, no se puede dejar a su suerte a este eslabón dentro de la cadena productiva del libro con su impacto en la economía.

De acuerdo con la Federación de Gremio de Editores en España, “Amazon ha copado casi la mitad de la venta de libros a través de Internet”[7]. La gente en la crisis ha dedicado más tiempo a leer, pero ante la ausencia de librerías y bibliotecas abiertas, se empujó al lector a buscar alternativas en Internet, se ha dejado de leer en papel para darle paso al libro electrónico. La misma fuente señala que de las ventas Online el 47 por ciento se hicieron a través de Amazon y solamente el 6 por ciento en las páginas web de las librerías[8]. Si bien son datos de España, perfectamente se pueden extrapolar a la realidad mexicana, que no dista mucho de esta compleja situación. De los consumidores habituales, normalmente el 32 por ciento compra sus libros en línea, pero en esta crisis alcanzó al 72 por ciento[9]. Cifras preocupantes para las librerías.

Hay muchas interrogantes que se desprenden de esta llamada “nueva normalidad” para los libreros: ¿Habrá cambios al corto y mediano plazo en los hábitos de los lectores habituales? ¿Amazon se quedará con los nuevos clientes que surgieron de la crisis? ¿Habrá un aumento en la venta de libros en línea? ¿Se mantendrá la tendencia mostrada en la crisis? ¿Con qué porcentaje participarán los libreros con los libros físicos en esta nueva realidad? Son reflexiones que se deben de hacer y que todas confluyen en una premisa básica: Las librerías se tienen que reinventar si quieren sortear la crisis y seguir participando del mercado de libros. ¿Pueden hacerlo solos?, NO. Definitivamente no, requieren el apoyo corresponsable de todos aquellos involucrados en su ecosistema, incluyendo la lealtad de sus lectores y reconocer y hacer valer la importancia del binomio editor y librero.

Lo que es cierto, y que esta pandemia ha puesto nuevamente en el debate, son los nuevos hábitos en la compra de libros, las conductas del lector están cambiando. El fenómeno del e-commerce es un factor decisivo en este cambio, sobre todo cuando se habla de distribución bajo demanda. Las librerías más allá de estar presentes en Internet, sin haberle dado mucha importancia al comercio electrónico, deben tomar este modelo de negocios con seriedad y darle la importancia que tiene. De lo contrario sus ventas por este canal seguirán siendo mínimas aun cuando los datos y tendencias mundiales señalan el crecimiento de este canal de distribución. También es cierto que hay casos de éxito que han sido visionarias y han logrado hacer esta transición como es el caso de la Casa del Libro y otras más. Ejemplo de ello son los datos que arrojan la Bookscan México en donde a mayo del 2020, de 100,000 unidades vendidas semanalmente se pasó a 130,000, lo que denota que varias librerías han migrado al negocio de e-commerce, empezando a canalizar sus esfuerzos en este mercado. Esta nueva realidad, mucho más factible para las medianas y grandes empresas ha afectado aún más a las más pequeñas, las cuales han tenido que realizar alianzas estratégicas para sumar esfuerzos y poner un pie en este mercado. Ejemplo de ello la propia Porrúa, que ha manifestado la posibilidad de incorporar a su página digital a sus aliados comerciales[10], facilitando con ello su incursión al mercado en línea.

De acuerdo con Nielsen Bookscan México[11], la primera caída importante en la venta de libros fue aproximadamente en febrero en dónde hubo una caída en la venta de unidades, cayendo de 386 mil a 329 mil; sin embargo, fue hasta abril cuando las ventas cayeron estrepitosamente a 103 mil unidades vendidas. Cuando las librerías y editores reaccionaron entre marzo y mayo, y empiezan a vender en línea, se ve un ligero incremento de unidades vendidas, subiendo a 128 mil libros.

Es decir, aún para los que se oponen a la venta de libro digital, ésta se plantea como una alternativa más que viable para seguir desplazando el producto en tiempos de crisis. El ideal es que sigan coexistiendo ambos canales de venta, y confío que al finalizar la pandemia así pueda ser. Un gran aliado a este esquema será el educativo, el cual ya ha planteado la necesidad de plantear un esquema mixto para el proceso de enseñanza y aprendizaje como opción formativa del nuevo modelo educativo. Considero que es toral que apoyemos a los libreros en esta conversión para que puedan seguir vigentes y lo que antes se presentaba como una opción hoy se visualice como una condición. Hoy la presencia en Internet es inevitable.

Hay casos en donde la transición a la venta en línea es el paso natural por seguir, ante la crisis económica derivada de la pandemia. Los altos costos de las rentas y mantener una tienda operativamente funcional se ha convertido en una cuesta arriba muy difícil de escalar para las pequeñas librerías. Ejemplo de ello, la famoso librería El tomo suelto, que primero tuvo que rematar sus existencias al 50% para posteriormente, dar cierre a su tienda. Ahora han abierto una tienda en línea (Facebook), y se muestran optimistas ante el futuro. Es cierto también, lo expresado por Torres (dueño de El tomo suelto), que una librería es por si misma, algo más allá que una tienda de determinado producto, es y ha sido el guardián de la historia y la cultura del país y del mundo, ahí se resguarda la historia de la humanidad y como espacio, aporta valor cultural y social al barrio en donde se ubican. Son finalmente, testigos silenciosos de nuestra historia ®. Ojalá independientemente de la imperante necesidad de reinventarse, las librerías de barrio sorteen exitosamente la pandemia y sus consecuencias. Hay anécdotas como la de Jöel Dicker autor de El caso de Harry Quebert y la Desaparición de Stephanie Miller, creo que acaba de publicar otro: la Habitación 622, que al preguntarle cuál libro preferiría vender en Amazon, contestó con un rotundo ninguno, ya que se visualiza como un auténtico defensor del librero, y agrega que, si no fuera por la recomendación de su librero, quizá no habría leído los mejores libros que han pasado por sus manos.

Bueno, como he mencionado anteriormente, más allá del debate sobre la coexistencia o no de ambos formatos, o sobre la desaparición del libro físico (que soy una fiel creyente que no será así), el e-commerce se ha vuelto una condición dentro de la reinvención de las librerías. Se ha convertido además en el mecanismo idóneo para llegar a los consumidores en lugares donde no hay puntos de venta. El e-commerce llega como “una burbuja de oxígeno y alternativa a las fórmulas tradicionales sobre como vender libros”[12]. Es importante destacar, que no solo hay que estar por estar en Internet, hay que sacarle el mayor provecho a esa presencia y a este canal de venta. Para ello, incluso hay que perder el miedo y asesorarse de los expertos y visualizar de cerca fórmulas exitosas como la de Amazon y Casa el Libro.

Y como Amazon es un referente haremos una pequeña pausa para comentar el por qué es un caso de éxito, siendo que su fundador Jeff Bezos paso de dirigir una pequeña librería online a manejar a un monstruo de calibre internacional. Era el año de 1994, ya el Internet era una realidad. Bezos trabajaba en la Bolsa y no tardó en darse cuenta de que la irrupción del Internet acabaría impactando en los hábitos de consumo de la población y quiso formar parte de este cambio. Así que no tardó en dejar su empleo bien remunerado, y juntando a los suyos, los ahorros de sus padres de toda la vida, decidió arriesgarse y fundar una librería en línea. Cuenta Bezos que se decidió por los libros después de hacer una lista de los productos que tenía menor costo y mayor demanda y en medio de esta lista, quedaron los libros por lo que en ello baso su elección. Es decir, no fue amor por la cultura o por los libros, ni ningún interés por la literatura más que el negocio en si mismo. El éxito casi fue instantáneo, a los dos meses de abrir su tienda en el garaje de su casa, ya estaba vendiendo 20,000 dólares a la semana y en 50 estados de Estados Unidos y en más de 45 países diferentes. Aquí aplica la frase de que “el primero que pega, pega dos veces”, sin lugar a duda. Es importante mencionar que, si hoy se encuentra a años luz de esos inicios, en 1994 ya contaba con un millón de títulos en su catálogo. Su idea de convertirse en la librería más grande del mundo se hizo realidad.

No tuvo rival en venta en línea, en Off line Barnes & Noble, que era la mas prestigiosa, y circularon rumores que fueron los que difundieron que Amazon no era una librería sino un Broker de libros. Pero realmente qué hizo la empresa que hoy vende en comercio electrónico 2.370 millones de dólares al año y que cuenta con 431,400 empleados en todo el mundo:

  1. Diversificó su catálogo. En 1998, además de libros, incursionó con Música en CD, Video en DVD, Software y videojuegos.
  2. En el 2000 se da uno de los cambios mas representativos de Amazon, se abrió al Marketplace a terceros. En que consistía esta estrategia, pues fácil, cualquier vendedor o productor podían vender sus productos adentro de Amazon, obviamente pagando un fee y cumpliendo con sus estándares de calidad. Esta quizá sea la estrategia de mayor valor de Amazon. Ya que no solo amplió su catálogo, sino que les ha dado el conocimiento para saber que se vende y que no, para después crearlo ellos y venderlo con sus marcas.
  3. Servicios Su propia necesidad lo llevó a crear un producto y servicio. Me explico, imagínense una empresa de este tamaño qué capacidad de banda ancha necesitaría para hacer sus transacciones, el almacenamiento para alojar el catálogo enorme que tenía, soportar el tráfico de clientes y ventas concurrentes, picos de consumo. Todo ello se traducía en una inversión estratosférica. Así nació en 2002, Amazon Web Services, que es un conjunto de aplicaciones y productos para todo aquel que desarrolle una web o app en la red. Dicen los que saben de esto, que, para dimensionar el tamaño de la AWS, solo consideren que Netflix opero ahí hasta hace relativamente poco tiempo.
  4. Amazon Prime. Siendo su filosofía la atención centrada al cliente, creo esta modalidad de transacción en la que a cambio de una anualidad de 79$ los clientes no pagaban gastos de envío y les garantizaba una entrega en 48 horas. Esto provocó que sus clientes fueran recurrentes y que paulatinamente éstos generaran lealtades.

Hay otras estrategias que ha implementado; la principal, la constante evolución o reinvención de si mismo, nunca olvidando el centro de su negocio que es el cliente.

Ante esta enorme realidad, pareciera imposible competir, pero lo cierto es que no es así. Hay mercado para todos, y una muestra de ello es la firma en exclusiva de Scribd con Editorial Planeta en México en días pasados. De acuerdo con Proyecto451, “Scribd esta igualando y hasta superando en ingresos a muchos mercados de América latina a Amazon”. Alrededor de mil títulos de Seix barral, Paidós, Crítica y Para Dummies formaran parte del catálogo de Scribd. El Catálogo de Scribd solamente en español cuenta con 85,000 títulos que equivalen a cerca de 30 millones de horas de lecturas en nuestro idioma. Esta plataforma cuenta con libros de Paul Auster, Rosario castellanos, Elena Poniatowska, Cristina Rivera Garza, Richard Dawkins, Steven Spinker, Enrique Krauze, Mónica Lavín, J.J. Benítez, Juan Villoro, Paco Ignacio Taibo II, Vicente Leñero, Tal Ben-Sahar, Julio Patán, entre otros. Con esta estrategia se pretende adoptar una mayor cantidad de lectores en México y Latinoamérica. Con Océano esta integrando traducciones y/o títulos de Olga Tokarczuk (premio nobel), Carlos Monsivais, John Gray, Le Clezio, Cristina Pacheco, Haghenbeck, Bucay, Guadalupe Loaeza, Robert Green, Ignacio Padilla, Lorenzo Meyer, etcétera. Después de 14 años desde su fundación, Scribd cuenta hoy con 1 millón de títulos, incluyendo los 85,000 en español y tiene un tráfico de 100 millones de usuarios al mes. ¡Difícil si, imposible no! Hay que evolucionar, y hay que hacer alianzas estratégicas que nos permitan seguir avanzando. Este mundo globalizado obliga a trabajar de la mano con otros actores del ecosistema del libro y a asumir que solos difícilmente podemos transitar no solo por esta crisis derivada de la pandemia, sino la travesía por este época que nos ha tocado vivir.

En México hay una iniciativa promovida por la RELI (Red de Librerías independientes) que considera desarrollar un e-commerce que beneficie por igual a todos los actores de la cadena del libro (poniendo énfasis en el lector) ya que todas las librerías recibirían un beneficio por las compras que se realicen en este sitio.

De acuerdo con Daniel Benchimol, este esquema tendría grandes ventajas:

  • Dropshipping: quien entrega el producto no es la librería sino el distribuidor. Esto favorece al lector tanto en costos como en tiempos.
  • El rol del librero seguirá siendo quien de a conocer las novedades y quién recomiende los libros. También puede ofrecer muchos más libros que los que tendrían físicamente, y sin preocuparse por la logística.
  • El e-commerce permite distribuir libros en contexto o lugares donde no sería posible, y ofertar catálogos que ninguna librería podría tener físicamente.
  • Este modelo permite vender antes de producir, ahorrando costos de almacenaje y de sobreproducción.

Lo que es un hecho, es que la pandemia puso de manifiesto que:

  • Las ventas e-commerce de libros físicos y digitales crecieron y ayudaron a que muchas editoriales y librerías (de las llamadas independientes) lograrán subsistir.
  • Se demostró que ambos canales pueden coexistir.
  • Diferentes encuestas en el mundo confirman que en la pandemia el tiempo de lectura se incrementó.
  • Los hábitos de acceso y consumo se transformaron.
  • Las librerías tienen un papel fundamental al visibilizar las novedades. En diferentes encuestas se destaca el hecho de que los consumidores siguen prefiriendo ir a las librerías a ver, palpar y hojear las novedades para después comprarlas en línea.
  • Con las librerías cerradas este rol se trasladó a las redes sociales.
  • Un efecto, que también se evidenció confirmando algunas tendencias marcadas en los últimos años, fue un decremento en la venta de novedades y un aumento en las ventas de fondo.
  • También se evidenció que los viejos esquemas de sobreproducción, sobreoferta, consignación y excesivas capas de inventarios ya son modelos obsoletos a partir de los nuevos hábitos de consumo y de la puesta en escena de nuevos actores en los canales de venta y distribución.

Las librerías, insisto tienen que reinventarse y diversificar su modelo de negocio en aras de su propia supervivencia. De acuerdo con el INEGI (febrero, 2020), el lugar donde más libros se están comprando en la pandemia ante la falta de librerías abiertas son las tiendas, farmacias y supermercados de autoservicios. Por lo que se deben vislumbrar nuevas alianzas con la inclusión de nuevos actores dentro del ecosistema del libro.

The New York Times publicó un artículo muy polémico en este sentido cuestionando si el mejor lugar para vender libros sería junto al papel de baño. Esto solo pone sobre la mesa la la reflexión sobre la prioritaria necesidad de innovar a las librerías. Éstas tienen que abrirle las puertas al comercio electrónico, como un mecanismo complementario a sus habituales canales de venta y repensar cuál sería el modelo de la futura librería post pandemia.

Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas para el e-commerce, además de sus detractores naturales, es decir, los apocalípticos según Umberto Eco, que se oponen a todo lo que implique consumo de masas, lo cierto es que si hay un sector entre los lectores a los que les parece excesivo el precio de los libros electrónicos. Si, están dispuestos a pagar, pero lo que ellos perciben como un precio justo, y éste en principio no debiera rebasar los 3 dólares, siendo que en la realidad escilan entre los 5 y 10 dólares. Es cierto que estas abierto a un mercado más grande, pero también este mercado es más competitivo, por lo que requieres continuamente estar destacando o te puedes perder en el mundo del Internet. Internet ha abierto al mercado nacional uno internacional, con millones de lectores y clientes, pero también te puedes perder en la cantidad de oferta.

Es decir, todo en esta vida tiene sus pros y sus contras, lo importante es evolucionar y tener la capacidad de reinventarse a las necesidades del consumidor.

Gracias,

 

[1] Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM). http://www.caniem.com/estadistica-librerias. Consultado el 30 de julio de 2020.

[2] Sistema de Información Cultural. Gobierno de México. http://www.caniem.com/estadistica-librerias. Consultado el 30 de julio de 2020.

[3] Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Consultado el 30 de julio de 2020.

[4] Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Consultado el 30 de julio de 2020.

[5] Ventas de libros bajan 80% por coronavirus; Librerías no ven claro posible reapertura. Milenio 2020. Milenio 2020.milenio.com/negocios/librerias-mexico-pierden-80-ventas-covid-19. Consultado el 31 de julio de 2020.

[6] Ibid.

[7] Amazón queda con el pastel de la venta online durante el confinamiento. InfoLIbre. https://www.infolibre.es/noticias/cultura/2020/07/25/amazon_queda_con_pastel_compra_online_durante_confinamiento_mientras_los_libreros_ultiman_web_ventas_109282_1026.html Consultado el 31 de julio de 2020.

[8] Ibid.

[9] Ibid.

[10] Editoriales y libreros en México hacen conversión al e-commerce. El Economista. https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Editoriales-y-libreros-en-Mexico-hacen-conversion-al-e-commerce-20200514-0162.html Consultado el 31 de agosto de 2020.

[11] Ibid.

[12] 8 Claves para explotar tu e-commerce en el sector editorial. POd i Pint. https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Editoriales-y-libreros-en-Mexico-hacen-conversion-al-e-commerce-20200514-0162.html Consultado el 31 de agosto.

 

Piratería, esa informalidad institucionalizada

Carlos Anaya Rosique.

Editor y Rector de la Unical.

 

Nota: Este texto fue presentado en el Coloquio “Renglones torcidos de la edición. Plagio, piratería y delitos informáticos contra la edición”, que se realizó el jueves 12 de noviembre de 2020, coordinado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Buenas tardes, es para mí muy grato compartir esta mesa con Ma. Del Carmen Arteaga, incansable luchadora por la vigencia y respeto del Derecho de Autor. Gracias a Elena Pigenutt por su moderación. Confío en no dar muchas molestias.

Agradezco a las autoridades de la UNAM, a través de Socorro Venegas, Directora de Publicaciones y Fomento Editorial su invitación, y a Camilo Ayala Ochoa las gestiones para llegar el día de hoy.

Por último, antes de iniciar mi presentación —una serie de reflexiones sobre el tema— quiero hacer aquí un homenaje a un universitario que hace muy poco dejó de estar entre nosotros. Me refiero al maestro Cuauhtémoc Hugo Contreras Lamadrid, hasta el pasado mes de septiembre director del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Gracias por su cortesía, por su voluntad, por su esfuerzo para que el Derecho de Autor tomara realmente carta de naturalización en nuestra sociedad. Siempre estará presente.

En las Jornadas Académicas organizadas por la UNAM-OMPI-INDAUTOR 2019 en la Facultad de Derecho de la UNAM y realizadas el martes 10 de septiembre de ese año, hice una pregunta que, por supuesto, sabía incómoda. Dije, palabras más, palabras menos: “Agradezco a la Facultad de Derecho la invitación para estar el día de hoy aquí, para hablar de derechos de autor, en el espacio donde más se generan copias ilegales de las obras, tanto físicas como digitales.”

En ese mismo espacio también señalé que “La piratería, la ilegalidad es un cáncer y todos juntos tenemos que combatirla. No es una tarea que el gobierno pueda hacer solo y requiere de la colaboración, de la concientización de todos los habitantes del país, para comprender que esa acción destruye la cultura, sus posibilidades de difusión. Un país sin cultura es un país que no existe.”

Por supuesto que tengo claro que hay una preocupación sobre el tema, ejemplo de ello es este Coloquio que debería darnos luz sobre qué hacer para abatir la ilegalidad, que no otra cosa es la piratería. Y no hablo solo de la ilegalidad en la reproducción y distribución de libros y publicaciones periódicas, sino de una inmensa cantidad de elementos que constituyen el universo de la piratería.

Todos reconocemos que el espacio de la fotocopia, de los libros ilegales, de los PDF que circulan sin mayor problema tiene un mercado fértil en las universidades, y que hay que ver por qué se da el problema.

Parto de considerar que el fenómeno es mucho más que un ejercicio de reproducción ilegal de contenidos y responde a muy diversos factores, entre otros:

    1. A una actividad del crimen organizado;
    2. a la falta de conocimiento de la Ley --por cierto, su desconocimiento no exime a nadie de su cumplimiento-- o de su explicación: campañas que intentan inhibir la reproducción ilegal con acciones de amenaza y no con alternativas;
    3. a la poca presencia editorial en el país, en particular, pero no solo, de librerías;
    4. a un mercado editorial deprimido y mercados muy limitados y por último en esta apretada relación,
    5. a la falta de interés en el desarrollo de espacios de lectura: por ejemplo, bibliotecas que hoy están sin libros, sin recursos.

En las diversas actividades de profesionalización en que he estado involucrado, he logrado apreciar la gran necesidad de comprensión y aplicación del derecho de autor; sin embargo, un problema estriba en que durante muchos de esos cursos solo se logra asustar, provocar el miedo sobre las aplicaciones del derecho, de sus trámites, de las consecuencias si uno se equivoca al hacer un trámite o de lo complicado que es entender las limitaciones o las excepciones, por citar algunas de las reflexiones realizadas. Hay buena voluntad, pero muy mala comunicación, poco conocimiento. La exposición del derecho de autor debería de considerarse una base legal para actuar, nuestro apoyo no nuestro temor.

Así como buscamos un médico especialista para ver si tenemos diabetes o cáncer, así tendríamos que buscar al especialista en Derechos de Autor que nos lleve de la mano: no improvisemos, busquemos hacer sencillo lo que ellos hacen. El derecho de autor es el instrumento para respetar la ley. El propio Instituto Nacional del Derecho de Autor debería de organizar cursos y seminarios objetivos, asertivos para convocar a la legalidad.

Antes de continuar con las reflexiones (o locuras), demos algunas cifras de lo que significa la piratería de contenidos:

El consumo ilegal de obras literarias está acabando con la industria editorial en México. Se estima que 4 de cada 10 libros físicos que se venden son piratas: una cadena de personas que van desde el autor, las editoriales, los distribuidores y los libreros, entre otros, se ven seriamente afectados cada vez que se consume un libro no original. Si a esto agregamos que el dinero recaudado cae en las arcas del crimen organizado, estamos hablando de un serio peligro.

La encuesta realizada en 2017 por la Coalición por el Acceso Legal a la Cultural (CALC) (www.calc.com), arroja cifras alarmantes sobre el consumo de libros piratas en México, a destacar:

    • El 44 % de los consumidores de libros físicos, compran libros piratas.
    • El 48 % de los consumidores de libros digitales, acceden a ellos de manera ilegal.
    • Los consumidores de libros pirata equivalen al 50% de consumidores de libros.
    • El 50 % de los consumidores de libros pirata, físicos, lo hacen más de 2 veces por año.
    • Al respecto, según el mencionado estudio, se estima que los consumidores gastaron cerca de 1,700 millones de pesos en libros pirata físicos y que el 78 % de los consumidores de libros piratas lo hicieron gratuitamente.

El Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, (Cempro), y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, (Caniem), junto con la Asociación de Librerías de México, han impulsado acciones para prevenir y hacer conciencia sobre los efectos no solo económicos, sino sociales de la piratería.

Hoy promueven “Pongamos punto final a la piratería de libros”, que convoca a los consumidores acudir a las librerías para adquirir libros originales, lo mismo que acceder a librerías virtuales donde pueden encontrar versiones digitales originales.

La piratería afecta a toda la cadena de valor del libro, y restringe las posibilidades de desarrollar nuevos proyectos, en primer lugar, al afectar la economía de los autores, de los creadores, de los investigadores, quienes sin duda tienen derecho, como en cualquier otra actividad, a recibir una remuneración por su trabajo. Las personas dedicadas a la creación no lo hacen por un pasatiempo: es su trabajo, tan valioso como el del artesano, como el de un médico, o un abogado. Si esas personas no pueden dedicarse al trabajo creador, no habrá forma de generar nuevos conocimientos, nuevas obras, nuevas propuestas.

El Observatorio Nacional Ciudadano realizó un estudio a mediados del presente año sobre piratería. Es un trabajo muy bien documentado que, en resumen, señala que:

“La #piratería es un delito que daña gravemente nuestra salud, integridad física y la del medio ambiente, permite el aumento de otros ilícitos y genera corrupción, impunidad y desempleo.” (https://bit.ly/30hL8Dfv).

Estuve atento a las exposiciones de Ma. Fernanda Mendoza y José Luis Caballero, especialistas en el campo del derecho de autor, hablando sobre plagio.

Me detengo para hacer una reflexión puntual. Quienes fotocopian, digitalizan, reproducen ilegalmente libros, físicos o digitales, dicen que no sabían que estaban violando la ley (algunos argumentan el Artículo 40 de la ley que permite la copia privada), o que no encuentran el libro original o que es muy caro o que, muy relevante, no lo hacen de “mala fe”. Esas son las argumentaciones y sobre esa base la sociedad justifica la existencia de esos productos.

Sin embargo, aunque no esté definido en la Ley Federal del Derecho de Autor, el plagio es tratado de manera distinta a la piratería, incluso solo con la presunción del mismo. No se consideran las argumentaciones del escritor/plagiario, que suelen ser exactamente iguales a las reproducciones no autorizadas, es decir a la piratería:

    1. no sabía que era un delito copiar otros textos;
    2. reproduce un texto en su propio documento para claridad de sus alumnos
    3. y, sobre todo, no lo hace de mala fe.

Soy tutor de una Idónea Comunicación de Resultados, una tesis sobre el Derecho de Autor en las Universidades, que realiza una alumna de la Maestría en Diseño y Producción Editorial de la UAM-Xochimilco. Minerva Salguero se pregunta, y yo con ella: ¿por qué no se castiga con la misma severidad la reproducción ilegal en universidades cuando ambas son faltas al derecho de autor y malas prácticas profesionales?

¿Por qué el plagio es visto como lo más terrible que pudiera suceder (el plagiario es defenestrado, expulsado del olimpo intelectual), mientras si un docente o un alumno reproduce y distribuye sin autorización libros, puede que hasta reciba el aplauso de la comunidad?

El plagio y la piratería son, en esencia, lo mismo: apropiaciones ilegales de contenidos, independientemente de que muchos se basen en las excepciones de la ley para reproducir textos, partes o completos. Hay una ilegalidad. No hay forma de encubrir la violación de la legalidad escudados en el derecho al conocimiento: ese no está limitado, pero se enfrenta, a su vez, con el derecho de las personas creadoras a una remuneración por su trabajo. Otra cosa es que ellas decidan que su obra esté en un espacio gratuito: es su derecho decidir cómo va a difundirse su obra.

Hace unos meses, una autora, Fernanda Melchor, defendió su derecho, el de su creación, frente a un individuo que señalaba que enviaría un PDF a unos otros usuarios. Fernanda, a quien le reconozco la claridad de su expresión, hizo un reclamo de la manera más llana posible. Lamentablemente, los usuarios de las redes sociales se quedaron con el “exabrupto” (lo llamo así porque de esa forma lo calificaron) y no entraron al meollo del asunto: la apropiación y distribución ilegal del trabajo de una autora.

El título de esta mesa es por demás claro en cuanto a cómo vemos a la piratería: una informalidad institucionalizada.

Parece que nos hemos rendido y tuviéramos que reconocer que la piratería ya tiene licencia para convivir entre los universitarios, en la sociedad, como una anomalía imposible de subsanar.

Me niego a aceptar esa visión, porque estoy seguro que hay maneras nada fáciles, por cierto, para modificarla y sobre todo para revertir los usos y costumbres.

La piratería, además de un bastión del crimen organizado se da porque en la industria editorial, en el mundo del libro no hemos sabido cómo estar al lado del lector, del usuario y hemos provocado lo que, en algún momento algunos, entre ellos Jesús Anaya, han llamado “demanda suprimida” y que no es más que el abandono de muchos espacios para llegar con ofertas, con libros, con librerías a todos los rincones del país. Los editores no hemos logrado dimensionar nuestro papel social y encontrar modelos de producción de libros de formas más accesibles, más económicas: antologías, separatas, apuntes de clase. Es así como una industria editorial se desarrolla y promueve la creación de libros: científicos, técnicos, de literatura, ensayo, etc.

El problema es complicado ya que, si bien la lectura se valora como el mayor bien cultural, el proceso de llevar esa lectura a las manos del lector, es decir, el proceso que se da entre la persona que crea, que genera los contenidos y las personas susceptibles de leer ese contenido, es absolutamente desconocido, devaluado y, por tanto, poco apreciado.

Todos sabemos cuánta gente participa en una película, en una obra de teatro, en una orquesta, pero muy pocos sabemos en verdad quiénes participan en la trasformación de ese manuscrito en un libro que pueda ser leído y sobre todo comprendido, por su calidad, por muchos.

Para que un manuscrito pueda llegar a un lector en forma de libro, se requiere la intervención de, cuando menos, las siguientes personas que harán diversas funciones:

    • Quien invierte (Publisher, por su nombre en inglés), que considera importante la difusión, la publicación de ese material;
    • Quien dictamina, evalúa la obra, observa detalles y sugiere elementos que fortalezcan el manuscrito;
    • Quien dirige el proceso editorial, editora/editor, que es quien construye el catálogo de la editorial y tiene la responsabilidad de las obras y sobre quien recae la dirección del proceso de publicación;
    • Quien corrige el estilo, da orden y coherencia al discurso;
    • Quien diseña;
    • Quien forma los textos, arma las páginas;
    • Quien hace la corrección ortotipográfica;
    • Quien dibuja e ilustra;
    • Quien está a cargo de la preprensa;
    • una empresa impresora y encuadernadora, con todas las funciones de esa industria y, por supuesto,
    • un área de contabilidad, de almacén, además de una distribuidora, un área de venta, una librería.

Es una relación apretada: todas estas personas son las que hacen posible que el libro llegue al lector. Un manuscrito no entra a una caja negra y sale hecho libro: es un trabajo con mucha gente que depende de la venta de los libros para poder vivir. Gente que tiene un trabajo honorable, legal, como cualquier otro. Y lo mismo sucede para los libros digitales.

En algún momento planteaba que una de las formas en que podemos lograr que los maestros no recomienden fotocopias, PDF ilegales, libros “más baratos” (cualquier libro, cualquier producto pirata será siempre muy caro, por más barato que lo ofrezcan, por cierto), es convocándolos a que escriban, a que publiquen sus notas de clase, verdaderos índices de textos por escribir.

Por supuesto será necesario que en cada universidad se revisen los contratos con sus investigadores para que puedan recibir la remuneración adecuada por ese trabajo.

Solo entonces, cuando otro maestro recomiende la fotocopia del capítulo 3 de ese libro, o la reproducción que se ofrece “más barata”, o el intercambio del PDF, es que el maestro-escritor logrará tener una visión amplia del problema.

Organicemos realmente explicaciones, cursos, alternativas para que los profesores puedan recomendar libros, capítulos de forma legal, demos los elementos para que los maestros puedan atender este requerimiento: ese es el reto, eso plantea la estudiante de la UAM-Xochimilco; eso es un camino.

Lo que no puede hacerse es cerrar los ojos y suponer que las universidades, sus autoridades no tienen responsabilidad en la promoción de la legalidad.

Por lo demás, ¿para qué invierte tanto el Estado en enseñar a leer si después no propicia el acceso a los libros para promover la lectura? Lo que no puede hacer el Estado es cerrar los ojos y no dotar de recursos suficientes a las bibliotecas; hay más de 7 mil en el país, que serían los establecimientos más cercanos a los lectores, estudiantes o no y, por tanto, el primer frente contra la piratería.

Si la biblioteca cuenta con la dotación de los libros necesarios, suficientes que pueden leerse de manera gratuita en su espacio, ¿qué pasaría con la piratería?

La responsabilidad es de todos y cuando digo todos hablo del Estado, no solo del gobierno, también de los legisladores, del poder judicial.

¿Qué acciones realiza realmente la Fiscalía General de la República para contener, inhibir la piratería? ¿Saben cuánto cuesta organizar un operativo?

Para terminar, dejo unas preguntas para la reflexión: ¿por qué las universidades, y hablo de ellas porque en ese espacio estamos, que construyen a los profesionales del futuro no inhiben el uso de las fotocopias, de las transmisiones digitales ilegales, de los libros ilegales?

Es decir, ¿tiene caso estar aquí hablando una vez más sobre piratería y salir para “bajar” el libro que solicitó el maestro, o que recomendó el colega? ¿La alternativa es regalar los libros y que el Estado, así como proporciona los libros de primaria y secundaria otorgue los libros de nivel universitario? ¿Cuáles son las alternativas para que el conocimiento circule, sea accesible y que al mismo tiempo quienes se dedican a la creación de contenidos, sean remunerados por ese trabajo? Ese es el reto y hay que asumirlo.

En resumen, las universidades son las formadoras de los profesionales del país y requieren promover la legalidad como principio básico; cualquier esfuerzo por lograrlo será poco ante el beneficio que como sociedad se puede lograr.

Las empresas editoriales deben promover modelos de edición que ayuden a que los estudiantes puedan tener materiales de calidad, obras originales, legales y de bajo precio.

Los consumidores debemos atender a la necesidad de legalidad en todas las acciones de la sociedad: no hacerlo en cualquiera de los casos socava las bases de una sociedad democrática.

La responsabilidad del Estado y las políticas públicas será un tema que abordará de manera magistral mi compañera de mesa, Carmen Arteaga.

Aprovecho y adapto una expresión coloquial, esa que dice: “entre todos la matamos y ella solita se murió”, y digo entonces: entre todos la promovimos y ella solita, la piratería, se arraigó…

Espero estar equivocado y todavía estemos a tiempo de evitar ese arraigo.

Muchas gracias.

Carlos Anaya Rosique

Ciudad de México, a 12 de noviembre de 2020.

Hacia una política democrática del ecosistema nacional del libro y sus lecturas

Jesús Anaya Rosique.

Editor e investigador / Colaborador del FCE.

 

1. Existen cuando menos dos posiciones enfrentadas acerca de la definición y logros de las políticas públicas en materia de cultura: una posición sostiene que a partir de los gobiernos emanados de la revolución mexicana (con momentos claves como lo emprendido por José Vasconcelos… o con la creación de Conaculta en 1989…), se formularon y se pusieron en práctica políticas públicas de amplio alcance; o por el contrario, se constata críticamente la ausencia de políticas públicas integrales y coherentes en México, en este texto en particular relativas a educación y cultura, en todas sus articulaciones institucionales (en los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal).

2. Señalamos en el campo de la coyuntura política presente:
Objetivos prioritarios del nuevo gobierno.
• Combatir la desigualdad y la pobreza para implantar la justicia social.
• Desterrar la corrupción en todos los niveles del Estado y de la sociedad.
• Consolidar prácticas democráticas en todos los ámbitos políticos e impulsar un desarrollo económico igualitario.

Y de las avanzadas sociales:
• Construir desde la base de la sociedad una democracia participativa y autogestionaria, sobre los cimientos de una economía social solidaria.

3. Contexto específico: problemas actuales de la industria editorial. Retos y perspectivas
¿Cuál es el desafío presente?
• Lograr un crecimiento sostenido y con rentabilidad, aunque la realidad editorial aparece como un campo minado y lleno de obstáculos…

4. ¿Qué país tenemos?
Lo que documenta el Censo de Población de 2010 (con datos actualizados):
• Insuficiente cobertura educativa y cultural, al igual que sucede en las otras necesidades básicas: empleo, salud y alimentación, vivienda y transportes públicos…
• Aumento generalizado de la pobreza y la desigualdad sociales: “muchos tienen muy poco y unos cuantos demasiado…”.
• Existe un vínculo entre EDUCACIÓN DE CALIDAD y COMPORTAMIENTO LECTOR: en México solo hay un 2% de lectores frecuentes entre los 120 millones de habitantes; según datos de la ONU, la situación en otros países oscila entre un 18% de lectores frecuentes en Chile y 91% en Japón…

5. ¿Qué encontramos en el ecosistema del libro, las lecturas y las escrituras?
• Una oferta “tradicional” variada y múltiple en todos los temas y subgéneros de edición.
• El “cuello de botella” está en los bajos índices de lectura y en canales defectuosos de promoción, exhibición y venta, basta analizar los “escenarios del libro” (librerías, bibliotecas, escuelas, lugares de trabajo, entorno digital…).
• Falta información adecuada y oportuna para el estudio básico de la oferta editorial y la demanda social, fundamental para una “orientación al mercado”, una selección apropiada de títulos y una política comercial y de promoción idóneas.
• Arrastramos un “síndrome crónico de insuficiencia estadística”.

¿Qué resulta urgente?
• Analizar críticamente los datos disponibles de la Caniem, de los “escenarios del libro” y otras fuentes de información (como la Agencia Nacional del ISBN, que debería ser administrada por el sector editorial), para conseguir su congruencia y transformación profunda.
• Levantar un mapa crítico de las librerías, las bibliotecas y el estado de la lectura.

Primera conclusión: una industria editorial precaria e inmadura, dominada por los grandes grupos multinacionales.

Objetivos estratégicos:
• Impulsar la lectura en todos los niveles de la sociedad y multiplicar los lectores.
• Atender la demanda potencial suprimida debido a accesos restringidos.

Tareas urgentes:
• Promover la lectura entre lectores infantiles y juveniles.
• Revitalizar de manera permanente los fondos editoriales.

Las políticas públicas estratégicas buscarán impulsar el desarrollo de la industria editorial en la sociedad.

Algunas preguntas incómodas:
• ¿Vivimos en una verdadera democracia?
• ¿Quiénes deciden y cómo deciden (sin la participación ciudadana):
• Los contenidos de las acciones educativas y culturales del Estado;
• Los programas escolares y los libros de texto únicos y obligatorios.
• Los acervos de las bibliotecas públicas y escolares?
• ¿Cuántos millones de ejemplares NO circulan por nuestras librerías y se quedan almacenados en los depósitos editoriales?
• ¿Por qué millones de mexicanos no consideran a las librerías como organismos sociales de primera necesidad (ni son atraídos por las raquíticas bibliotecas públicas)?

En consecuencia, está a discusión el papel del Estado en los siguientes aspectos:
• El que se haya convertido en el editor principal de la oferta educativa, sobre la cual ejerce un monopolio antidemocrático.
• En cambio, que no haya asumido su verdadera función como facilitador y promotor social, y desde luego como comprador de libros para las bibliotecas públicas y escolares.

Una condición necesaria para una nueva relación: que debe establecerse una alianza autónoma y no subordinada entre industria editorial y Estado para recuperar la capacidad exportadora de libros y la compra-venta de derechos subsidiarios, que perdieron los editores mexicanos en décadas anteriores por decisiones equivocadas de política económica, lo cual favoreció la competencia asimétrica y desigual de España.

Hoy, por ejemplo, el 80 % del mercado nacional de libros de interés general (y en cifras similares los otros subsectores de la edición), están en manos de los grandes grupos multinacionales, que además controlan el intercambio internacional de derechos de autor.

Desde esta perspectiva crítica, es imperativo realizar las acciones siguientes:
• Analizar las cifras de exportación-importación de libros para modificar la actual balanza comercial negativa y garantizar la bibliodiversidad.
• Emprender la revisión crítica y reformulación de la Ley del libro vigente (¿dónde están los beneficios prometidos con la imposición del precio fijo?)
• Implantar los estímulos fiscales que impulsen el desarrollo y beneficien a todos los actores del ecosistema del libro y las lecturas masivas.

Breve memorial de agravios:
a) Persistencia de la debilidad estructural de los canales de distribución y venta de libros, escasos y concentrados en pocos centros urbanos (librerías solo en el 6% del total nacional de municipios); una red nacional de bibliotecas públicas y escolares con acervos desactualizados; universidades y otras instituciones de enseñanza superior ¡¡sin verdaderas bibliotecas!!).
b) Ausencia de políticas públicas integrales y coherentes que beneficien a todos los actores del ecosistema del libro y delimiten la intervención (en la práctica una verdadera y desigual competencia) del gobierno en la actividad editorial.
c) El uso de libros asociado solo a la educación (un mercado cautivo y seguro…).
d) Concentración de la oferta editorial en pocos títulos (best sellers) y empresas.
e) En la práctica, acceso difícil de muchos lectores a los libros.
f) Deficiente atención comercial, concentrada únicamente en ciertos puntos del territorio nacional (las tres ciudades principales); y falta de incentivos para la exportación.

Y paradojas críticas:
• Invisibilidad de la oferta editorial en los escasos puntos de venta.
• Demanda suprimida (y en consecuencia dificultades graves en el acceso a los libros, tanto en los puntos de venta como en las bibliotecas públicas).
• Índice elevado de devoluciones (promedio 53%) y precios de venta que no consideran la situación económica de estratos mayoritarios de la población.

No solo los libros experimentan estas graves dificultades, también las publicaciones periódicas, que tienen problemas en la distribución, en la venta de publicidad, carecen de registros veraces de su circulación, y enfrentan la competencia desigual con los grandes grupos y costos de exportación elevados…

6. Metas estratégicas de la industria editorial mexicana
• Auspiciar la creación de pequeñas y medianas empresas editoriales nacionales, que acoten el predominio actual de las grandes corporaciones. multinacionales en nuestro mercado (que hoy han llegado a controlar el 70 -80 % del mercado de libros de interés general y porcentajes similares en otros subsectores: escolar, infantil-juvenil, científico-técnico…).
• Proponerse el aumento de las exportaciones de libros y en paralelo la adquisición de los títulos extranjeros que promuevan la bibliodiversidad en el mercado nacional y en el ámbito de la edición en lengua española para recuperar la presencia internacional que tuvo nuestra industria en la década de los años 60.
• Lograr que la política gubernamental del nuevo gobierno otorgue estímulos fiscales para que pequeños y medianos empresarios culturales establezcan, a corto y mediano plazos, librerías independientes en todo el país (a semejanza de los planes de desarrollo industrial que se crearon en los años 50 para alentar la industrialización), y propiciar efectivamente el acceso de la población a los libros y garantizar la lectura popular.
• Establecer en todo el país una amplia red de verdaderas bibliotecas públicas, con acervos esenciales y de actualización permanente, préstamo de libros a domicilio y horarios de servicio que puedan aprovechar los trabajadores.

En síntesis, democratizar la cultura.

7. Una cuestión esencial de democracia
Es una cuestión esencial de democracia educativa y cultural limitar la participación del Estado en la concepción, publicación y distribución monopólicas de los textos de educación básica, así como de la determinación unilateral de los contenidos de los diferentes niveles de la enseñanza pública y de los acervos de la red nacional de bibliotecas públicas, contenidos en donde no interviene la sociedad civil, pues son decididos exclusivamente por comités internos controlados y dirigidos por instancias gubernamentales (como la SEP, la Conaliteg y la Secretaría de Cultura).

En cuanto a los libros de texto (definidos como obligatorios y únicos), y presentados equívocamente como “gratuitos” (cuando su financiamiento proviene de las contribuciones fiscales de los ciudadanos), repartidos directamente a los escolares, “matando así el canal”, es decir, privando a las librerías (una de las causas de su limitado número y concentración en las principales ciudades de nuestra geografía) de uno de los subsectores editoriales de mayor público cautivo y masivo, frenando en la práctica su imprescindible desarrollo…

Habría que instaurar, en acuerdo con verdaderos representantes de la sociedad civil, un modelo de distribución de libros educativos básicos que utilice los enclaves libreros para que los padres de familia de los estratos populares recojan los textos escolares mediante el canje de cupones entregados en los planteles, con lo cual se lograría (entre otras cuestiones, el acceso masivo a los libros, el fomento de la lectura y el desarrollo de las librerías), que la población descubra que las librerías son los espacios sociales naturales donde están alojados y se adquieren muchas clases de libros, la herramienta básica para el conocimiento.

8. Otras ideas y propuestas:
• Formular un acuerdo amplio entre el Estado (sobre todo sus instituciones culturales y educativas) y la sociedad civil (encabezada por el ecosistema del libro) para definir una Política nacional del libro, las lecturas y las escrituras, que democratice en verdad el acceso y uso, a través de un conjunto de acciones de corto, mediano y largo plazos:
• Emprender el fortalecimiento de la red de verdaderas bibliotecas públicas, universitarias y escolares, y creación de nuevas bibliotecas que cubran todo el territorio nacional; y que estas bibliotecas tengan un sistema público de préstamo de libros a domicilio, con acervos esenciales y en constante actualización, y horarios de servicio que tomen en cuenta las necesidades de los trabajadores.
• Conquista de nuevos espacios de lectura pública y de numerosos puntos de venta (pequeñas y medianas librerías).
• Programas de fomento social de la lectura.
• Amplio alcance social de las tecnologías de la información. Impulso del entorno digital.
• Apoyo a la investigación del ecosistema del libro y la promoción de la lectura.
• Desarrollo y reforzamiento de la economía del libro. Debe quedar claro que el ecosistema del libro en México comprende dos tipos diferentes de empresas editoriales:

a) Editoriales cuyo presupuesto proviene del dinero público, tienen precios especiales para la adquisición de papel y acuerdos prioritarios para la impresión de obras con empresas gráficas que pertenecen al Estado, por lo cual deben tener un modelo de economía social que favorezca la difusión masiva de sus publicaciones y ofrezca a los lectores descuentos significativos en el precio de venta, ya que en este modelo el cálculo editorial que realizan las obliga al beneficio social y a la eficiencia industrial (no deben participar en la “cultura del despilfarro” que abarrota proverbialmente sus almacenes con millones de ejemplares), es decir, a trasladar el porcentaje que en la economía de las editoriales privadas se identifica con las utilidades del negocio editorial…

De esta manera las editoriales del sector público pueden contribuir en diferentes medidas a estrategias de verdadera promoción de las lecturas en gran escala y con resultados permanentes y acercarse a instaurar una “república de lectores”. Nos referimos en esta nueva e inédita etapa democrática de nuestra vida política a instituciones del sector público como el FCE, Educal, la DGP de la Secretaría de Cultura, la Conaliteg, el INEGI, los múltiples aparatos editoriales existentes en los tres niveles gubernamentales (federal, estatal y municipal), así como las editoriales de las universidades y demás instituciones públicas de enseñanza superior, que en conjunto representan un porcentaje significativo de la producción editorial en México. En este último caso (el de las prensas universitarias), habría que idear un sistema que, respetando la autonomía académica, reconstruya la zona de desastre en que se han convertido.

b) Y por supuesto, las editoriales privadas (micro, pymes y grandes empresas, nacionales y extranjeras, escindidas en su economía dada la naturaleza dual del libro: es uno de los más importantes bienes culturales, vehículo principal del conocimiento (y también del entretenimiento), y al mismo tiempo es también una mercancía peculiar pero que se comporta desde el punto de vista económico como tal, por lo que para reproducirse como empresas tienen que ser eficientes y obtener un porcentaje de utilidad fluctuante según las condiciones de su mercado.

En consecuencia, proponemos que la mejor política pública será la que coordine a los dos sectores en la propuesta común de una política nacional y democrática del libro, las lecturas y las escrituras, cuyos rasgos definitorios se originen en una discusión crítica y franca, abierta a la sociedad civil y al aparato estatal.

CDMX, febrero 27 de 2019

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REFERENCIAS

Nota:
Este listado bibliográfico tiene su origen en una serie de pesquisas originales que se enriquecieron con la aportación resumida de los títulos reunidos en esta sección. Agradecemos a sus autores los aportes realizados al tema central de esta ponencia presentada en el 1er. Foro sobre políticas públicas para el ecosistema del libro, las lecturas y las escrituras en México, celebrado el 27 de febrero de 2019, en la sede de la Caniem.

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