Palabras de Carlos Anaya Rosique, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana en la celebración de la entrega del Premio Juan Pablos al Mérito Editorial y de los Premios CANIEM al Arte Editorial. Ciudad de México, 15 de noviembre de 2018.

Carlos Anaya Rosique.

Rector de la Unical.

 

Estimados miembros del presídium
Estimados colegas
Amigas y amigos
Agradezco a los medios de comunicación su presencia, siempre importante para la difusión de las ideas.

“Nunca somos los que fuimos ayer, doctor,
nunca seremos mañana los mismos de hoy…”

Palinuro de México, Fernando del Paso.

 

Para el gremio editorial mexicano es un honor contar con la presencia de todos ustedes en esta ceremonia, la más importante que la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) realiza anualmente desde 1978.

Hay dos motivos por los que esta fecha es especialmente importante para la Caniem. Por una parte, festejamos al libro, motivo y razón de ser de la cadena productiva de la industria editorial. El Día Nacional del Libro, instituido por decreto presidencial, se celebra año con año en nuestro país cada 12 de noviembre; y, por otra parte, de manera destacada el gremio editorial mexicano hace entrega del premio Juan Pablos al mérito editorial y los premios Caniem al arte editorial.

En otras palabras, las ideas, la escritura, el libro, la lectura; es decir, los escritores, los autores, los editores, los trabajadores editoriales, los distribuidores, los libreros y, por supuesto los lectores son los motivos primordiales que nos reúnen hoy en esta celebración.

La escritura ha modelado el mundo y la cultura en que vivimos desde tiempos remotos. Ha acrecentado el número de las crónicas, los poemas, las fabulaciones, y ha extendido el espacio de su duración. Aunque la literatura oral se mantiene, ha sido la palabra escrita la que se vuelve perdurable, precisa, y permite su transmisión exacta, más allá de las interpretaciones de los narradores.

Llevar las obras literarias a los lectores es y será siempre una tarea compleja. Acudir con los libros a todos los rincones del país no es un tema resuelto. Hacen falta políticas públicas de apoyo y fortalecimiento del llamado ecosistema del libro que atiendan a la necesidad de que los lectores se encuentren con los libros, con las lecturas que prefieren, tanto las grandes obras de la literatura como las obras de su interés inmediato o los libros de texto necesarios. Lo importante, en fin, es lograr que los niños, los jóvenes, los adultos volteen a ver al libro, a interesarse en la lectura. Nuestra tarea entonces es que todos promovamos la lectura; y digo todos pues es momento de que esos objetivos se continúen en los nuevos proyectos gubernamentales.

La industria editorial será siempre un bastión para el desarrollo de la cultura escrita desde la pluralidad y la difusión irrestricta de las ideas; reivindicamos una vez más el derecho de publicación y de expresión que marca la actividad de la industria y que confiamos estará en concordancia con las políticas culturales del gobierno que en breve iniciará sus funciones.

En nuestro país, los lectores de libros son muy pocos y la mejor manera de promover la lectura es con una oferta cultural amplia, plural, en todos los espacios del país, en todos los medios y en todos los recintos. Las bibliotecas y las librerías deben estar en el centro de nuestra actividad.

Dotar de los presupuestos suficientes para que la cultura escrita esté en todos lados es una tarea urgente para los responsables de la cultura, la economía, la educación y la hacienda pública, tanto del poder legislativo como del poder ejecutivo. La violencia tiene un freno en la cultura. El objetivo es multiplicar a los lectores autónomos, críticos, capaces de participar en la toma de decisiones sociales: en eso habremos de colaborar, indudablemente.

Si nos preocupa la palabra escrita en sus distintos géneros, la literatura, la literatura técnica y científica, la que se dirige a la educación, base del proceso de formación social (y que cuenta con más de tres mil quinientos autores en las diversas materias), entonces, como Estado y como iniciativa privada debemos ocuparnos de la producción y el destino de los libros, cada cual en el ámbito de su competencia. Construyamos las políticas públicas necesarias con el concierto de todos los actores del ecosistema.

Los editores somos creadores, generadores, difusores y comercializadores de contenidos. El soporte a través del cual estos contenidos llegan al lector depende de sus gustos y necesidades. Lo esencial es que se conserve la calidad y se impida el trastocamiento del derecho de autor, columna vertebral del ámbito del libro.

La industria editorial se destaca por ser una industria cultural, que suma de manera importante el doble papel del libro: como objeto comercial y como elemento cultural básico. La industria editorial equilibra la gestión empresarial con el proyecto cultural. Se ha dicho en varios lados que el editor debe tener alma de poeta y entrañas de empresario, y que el afán de beneficio jamás puede convertirse en el motor exclusivo para una adecuada dirección editorial, pero no podemos olvidar jamás que su viabilidad estriba en que los ingresos superaren a los gastos, si es que queremos que nuestros proyectos culturales puedan consolidarse y salir adelante.

Hoy celebramos a los editores, a los libros, a los lectores, a una industria editorial que tiene mucho que ofrecer a la sociedad mexicana, al mundo; una sociedad que tiene mucho que cambiar, que tiene mucho por construir.

Hoy, desde aquí decimos bienvenidos los nuevos tiempos, bienvenida la posibilidad de participación de todos en las decisiones sociales, bienvenido el intercambio de ideas y proyectos.

Hoy estamos aquí en un esfuerzo por construir comunidad, actividad conjunta, proyectos colaborativos y por eso, en este presídium nos encontramos las autoridades de cultura, de educación, del libro y, por supuesto nosotros, que somos ustedes, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.

Bienvenidos todos los que quieran sumarse a este proyecto cultural llamado México.

Muchas gracias.

Obviedades. Día nacional del libro: ¿qué sigue?

Carlos Anaya Rosique.

Rector de la Unical.

 

(Una necesaria introducción)

Hace algunos años, en julio de 2016, escribí un texto en la columna Obviedades, que entre otros espacios se publicaba en La Silla Rota, y que traigo hoy a colación con motivo de la celebración del Día Nacional del Libro.

Para la curiosidad les comento que ese día fue establecido por decreto del año 1979, para conmemorar el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, y dio paso a la constitución de la Asociación Nacional de Libro (ANL), uno de los dos organismos que sobre el mundo del libro se han creado por decreto presidencial (el otro fue en octubre de 1975, CODIECLI, Comité Para el Desarrollo de la Industria Editorial y el Comercio del Libro, con el fin de atender a todo el campo de la actividad del mundo del libro). La ANL tuvo dos encomiendas: organizar la celebración del día nacional del libro y organizar la convención anual de editores, como tareas principales.

Ha corrido mucha agua desde entonces. La industria editorial, en particular, y el sector del libro en general (cuando hablo del sector, hablo también de las publicaciones periódicas) ha experimentado varias reconversiones y pasado por diversas crisis. Hoy el entorno nos muestra un panorama diferente, y parece que con una dispersión de esfuerzos, que si bien ha permitido la presencia de nuevos y jóvenes actores que aportan opciones y alternativas a la actividad editorial, es primordial encontrar los mecanismos para establecer un dialogo franco, abierto y con vocación gremial de todos quienes participamos, donde el protagonista no sea un individuo, sino el objetivo para encontrar la unidad y convención en los elementos básicos.

Un Instituto del Libro con participación del Estado, del sector social, de la iniciativa privada, de los pequeños proyectos, de los libreros, de los impresores, de los distribuidores, de los bibliotecarios es un camino; un instituto que promueva las leyes, las iniciativas, los proyectos conjuntos, la exportación, la importación, la atención social, la lectura. Un instituto que promueva el desarrollo de librerías (una por cada uno de los 2,400 municipios, por ejemplo), con participación de pequeños empresarios. Es discriminatorio que los lectores de x municipio solo puedan acceder a las ofertas, a las novedades, a los fondos editoriales si hay una feria, mecanismo que, si bien intenta subsanar las deficiencias de un mercado deformado, impide que se conozca la realidad que vivimos: la necesidad de lectura que tiene la población y la poca capacidad de la industria para poder atender a esa demanda.

Hoy, en el día del libro, celebremos combativamente: promovamos la lectura y sus espacios. Va el texto de referencia:

Obviedades. Variaciones sobre el mismo tema: la lectura
“Alrededor del tema de la lectura, y de los libros, se mueve una industria importante: la industria editorial. Es una industria cuya materia de trabajo es la palabra escrita. Los editores de libros y de publicaciones periódicas tienen como responsabilidad la de poner a disposición del público el producto del trabajo de los escritores, de los autores y son, por tanto, el medio entre ese escritor y un lector. Es por supuesto una intermediación necesaria, experta. No es lo mismo un texto escrito por cualquiera de nosotros así sin más que un texto revisado, analizado por especialistas, que tiene siempre como fin la mejora de la comunicación, en la búsqueda de un diálogo, que como tal debe tener elementos de coincidencia para poder darse. La industria editorial ha modificado formas de trabajo, sobre todo mejoras en procesos o avances industriales, que han sido pocos durante varios siglos, hasta hace no más de veinte años, cuando irrumpe en la vida social los procesos de digitalización y de apropiación de la información, conocidos formalmente como Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Las TIC provocan un vuelco en la manera de crear textos, de crear contenidos, libros, publicaciones periódicas y hacen del trabajo editorial un espacio muy dinámico, con opciones muy diversas y que rompen con la forma de difundir los contenidos, desligando el contenido del continente; es decir, si el libro era uno con el contenido (papel e impresión en papel sin posibilidades de modificación), hoy el contenido está en diversos formatos y dispositivos, como un elemento independiente: en los anteriores años, un libro tenía un formato, un tamaño de letra, un soporte (el papel), por señalar lo más simple y hoy podemos tenerlo en diversos tamaños de letra, en diversos dispositivos (un teléfono “inteligente”, en la “nube”, en un archivo USB, en un disco, en una computadora) y se puede jugar con sus elementos.

¿Crisis?
“La industria editorial está en crisis, como muchas otras, y cuando menos desde los años ochenta demandantes de una reconversión. Hablar de crisis no significa hablar de una tragedia sino de la necesaria reflexión para el cambio, la modificación de las estructuras. El tema es muy importante pues no es sólo la forma de hacer los libros y responde e impacta, en las formas que adquiere la lectura y, por tanto, en las acciones que debemos emprender para fomentarla. Uno de los preceptos constitucionales más importantes es el derecho a la información; ejercer ese derecho a plenitud sólo podrá hacerse en la medida en que se impulse el desarrollo de las habilidades y de la compresión lectora, responsabilidad básica del Estado. La lectura es uno de los derechos humanos primarios y su ejercicio sólo puede lograrse con una amplia producción de libros y de publicaciones periódicas. El desarrollo de la lectura, el impulso de los libros, de su diversidad, y su acceso, son elementos fundamentales para la equidad en una sociedad. En ese orden de ideas, la industria editorial es una industria estratégica y de interés para el desarrollo del país. Es una actividad cultural y su industria una industria cultural que como tal aporta puntos al Producto Interno Bruto. (Para que nuestros economistas no se preocupen: no es un gasto es una inversión que redunda en el desarrollo de muy diversas habilidades y en mejoras de la productividad.)

Digitar 16
“El fin de semana pasado se realizó Digitar 16, Congreso Internacional sobre el Libro y la Lectura, un espacio de reflexión y de acción verdaderamente interesante. A lo largo de tres días se reflexionó sobre diversos tópicos y, fundamentalmente, sobre la necesaria reconversión de nuestra tarea, sobre la base en un elemento no siempre tomado en cuenta: la innovación. Los expositores aportaron sus saberes para la construcción de una visión más amplia, y a la vez integral, de los retos que tenemos enfrente. No hubo concesiones, se discutieron los fundamentos que soportan la lectura, la industria del libro y se dieron alternativas para su desarrollo y consolidación.

Además…
Hablar de lectura, es hablar de educación, y no debería de haber discusión sobre esa afirmación; sin embargo, una visión más profunda nos lleva a reflexionar sobre qué significa leer. ¿Reconocer los signos lingüísticos? ¿Eso es suficiente? ¿Es la lectura un ejercicio físico como el correr cien metros o 42 kilómetros en diez segundos o en veinte minutos? ¿Qué tiene que suceder para que esa primera acción, la interpretación del signo, se convierta en su comprensión?; en la comprensión de los conceptos, de lo que el otro quiere decirnos, para generar intercambios de ideas, resultado de la reflexión y a su vez, origen. Construyamos entonces una sociedad lectora, única forma de procurar el diálogo, la reflexión; el necesario diálogo que lleva a proyectos de nación: lo contrario, puede tener consecuencias lamentables, seguro.”

Carlos Anaya Rosique
Ciudad de México, a 2 de julio de 2016
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Saludos, feliz día.
Carlos Anaya Rosique
Veracruz, Ver., a 12 de noviembre de 2021
Facebook: carlos.anayarosique
Twitter: @anayacar
www.unical.com.mx

(Advertencia: La única intención de esta columna es llevar al espacio público una serie de reflexiones que buscan aportar elementos para la construcción de propuestas y alternativas de solución de los temas abordados. Esta opinión no intenta ser criterio de verdad.)

La sociedad frente al poder. 1968-1971, crónica inmediata de una lucha decisiva

Carlos Anaya Rosique.

Rector de la Unical.

 

Obviedades: los medios impresos y su historia

Parece que el papel de los medios impresos (o electrónicos) está siendo destacado. Los hay, la mayoría, que responden a intereses empresariales más que a la objetividad de la noticia. En nuestra época, esos medios han decidido tomar partido, el de las canonjías hoy perdidas. Así vemos encabezados escandalosos que no dan concesión alguna a las acciones gubernamentales. Si compran una refinería, mal; si se planea el desarrollo junto con crecimiento (tren maya, por ejemplo), mal; si se realiza el trasístmico (algo planteado por muchos gobiernos antes de la época neoliberal), mal. Si tendremos un aeropuerto en Santa Lucía (propuesto cuando menos hace setenta años…), mal. Si el presidente es un “falso mesías” hay que votar contra él dice “The Economist”, pero no les dice a sus coterráneos que la monarquía es una carga para su país, por ejemplo y piden la sumisión de nuestra soberanía a sus dictados, desde la soberbia colonialista.

Los medios de comunicación, en los últimos 36 años, sólo han reproducido boletines de prensa, lo que eso quisiera decir (tanto es así que cambiaron el nombre de las dependencias para designarlas de “comunicación social”): oficinas que fueron la versión moderna del chayote de las zonas desérticas del país en donde se repartía el dinero para los periodistas asistentes a la giras.

Hoy los medios tienen que buscar la manera de vender y lo hacen a través de la nota escandalosa y llena de sangre; de pronto la nota roja asaltó la primera página. Si el papel de los diarios y las revistas tendría que ser el de informadores y formadores de conciencia, hoy son, la mayoría, reproductores de la violencia, la que publican, la que promueven.

Sin embargo, el papel de sumisión al poder del dinero (y por tanto no al actual), no es nuevo.

En pocos días se conmemoran los cincuenta años del “halconazo”, la represión que se ejerció contra los estudiantes el 10 de junio de 1971, jueves de “corpus”. Este año también será jueves y no sé qué actividades estarán programadas para recordar, pero por nuestra parte, como un homenaje a esa juventud vibrante, estamos publicando un libro, que pronto saldrá a la venta, que aborda un panorama cercano de las luchas del 68 y 71:

“La sociedad frente al poder. 1968-1971, crónica inmediata de una lucha decisiva”, compilación de Jesús R. Anaya Rosique, que fue realizado al calor, todavía, de los acontecimientos de ese año, y por diversas causas es hasta ahora que se publica, (cincuenta años después); las razones se explican tanto en la nota introductoria como en el prólogo del libro.

Este título está publicado bajo el sello de Ediciones Faustus y podrá encontrarse, entre otros espacios en las librerías de Educal y del Fondo de Cultura Económica, y en las oficinas de la propia editorial (edifausto@yahoo.com.mx). (ISBN 978-607-96158-1-9).

Allí puede verse, a través de las notas periodísticas de los años que van de 1968 y hasta 1971, cómo los medios impresos ayudaron a construir una narrativa gubernamental en contra de las manifestaciones de libertad que propugnaban los estudiantes. Es un buen recordatorio a esos medios “puros” de que la conciencia la tienen mugrosa desde hace muchos, muchísimos años y que lo que menos les importa es la libertad de expresión, esa que celebraban a espaldas de todos y arrodillados frente al mandatario cada 3 de mayo.

De pilón…

Estamos muy cerca de las elecciones y confío en que las transformaciones, a pesar de los yerros, se profundicen. El experimento, una transformación pacífica, lo vale, por nosotros y por los hijos, los nietos, las nuevas generaciones: es difícil pero posible.

Carlos Anaya Rosique

Ciudad de México, a 28 de mayo de 2021.

Facebook: carlos.anayarosique

Twitter: @anayacar

(Obviedades es un ejercicio de reflexión que comparto con mucho gusto, no para que estén de acuerdo sino para hacer conciencia de las contradicciones de un régimen… que puede ser cualquier régimen, no importa el partido, por supuesto.)

E-Commerce en las librerías

Sandra Cara Camarena.

Editora y Directora general académica de la Unical.

 

Hola, que tal, bienvenidos a este sexto encuentro de libreros. Agradezco a la Universidad Autónoma de Hidalgo, quienes me invitaron a participar como conferencista en el marco de la trigésima tercera edición de la Feria Universitaria del Libro, con el tema E-Commerce en las librerías.

Para entrar en materia me gustaría contextualizar un poco en torno a las condiciones que actualmente enfrentan las librerías.

No es descabellado escuchar comentarios como el que “las librerías tal como las conocemos tienen difícil su supervivencia” o si éstas “correrán la misma suerte que los videoclubes”, etcétera. Y si bien hay posturas a favor y en contra, lo cierto es que uno de los sectores más golpeados por la emergencia sanitaria derivada de la COVID-19 es precisamente el librero, aunado a los cambios en los hábitos de consumo en los últimos años y al acortamiento del ciclo de vida de los libros. De acuerdo con datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM)[1] hay alrededor de 1,590 librerías en el país, de las cuales 31 por ciento se encuentran en la CDMX, seguidos por Jalisco y el Estado de México con 7 por ciento, respectivamente. De éstas, 62 por ciento son librerías tradicionales, 19 por ciento son librerías de editoriales y alrededor del 7 por ciento son librerías universitarias. Si consideramos alrededor de 112 millones de habitantes en el país, tendríamos alrededor de 70 mil habitantes por librería[2].

Visto así, pareciera que las librerías podrían tener suficientes visitantes, con las consiguientes ventas y desplazamiento de producto. Sin embargo, la realidad es que en México las personas leen alrededor de 3.4 libros al año (cifras del INEGI)[3], cifra muy baja comparada con otros países y de menor población, y solo el 17.8 por ciento[4] acude a una librería a adquirir un libro. La mayor parte de estas librerías son pequeños espacios o librerías de barrio. De acuerdo con datos publicados por El Economista ®, a su vez obtenidos por Nielsen Bookscan México®, comparada con el 2019, la contracción de la facturación anual por venta de libros físicos ha sido del 19.8 por ciento. Otro dato importante que destacar es el que aporta el INEGI sobre los hábitos de consumo de los lectores, en donde señala que más del cincuenta por ciento de la población, hombres y mujeres, adquieren los libros de forma gratuita.

Ante este panorama, cualquiera diría que el horizonte es bastante desolador para este vital eslabón del ecosistema del libro. Sin embargo, no es menos cierto que, a lo largo de su historia, las librerías han tenido y tienen ahora más que nunca, la necesidad de reinventarse, primero por los bajos porcentajes de lectores que hay en México, las contadas aproximaciones a estos espacios por parte de la población, la falta de políticas reales para el fomento a la lectura, lo que a implicado que se hayan implementado diferentes estrategias para atraer un público ávido de nuevas experiencias, un público en constante evolución en todos sentidos. Entre las estrategias implementadas destacan: cuentacuentos, presentaciones, firmas de libros, conferencias, círculos de lectura, hasta hacer más confortable la estancia del lector dentro de estos espacios.

No obstante, como resultado de la pandemia, muchas librerías llevan meses sin abrir al no ser su labor considerada una actividad vital o fundamental, su reapertura en esta nueva normalidad se ha visto afectada, muchas no tienen claridad en los protocolos a seguir y como mantener los ingresos, algunas aún están considerando la posibilidad de continuar o no en el negocio, con la consiguiente afectación económica y cultural. De acuerdo con la Almac (Asociación de Librerías de México) las ventas de libros han bajado el 80 por ciento y se estima que el 50 por ciento de las librerías no reabrirán tras la pandemia. Para la RELI (Red de Librerías Independientes) el problema apenas empezará cuando se empiece a reactivar la economía y se evalúe el verdadero impacto en los bolsillos de los mexicanos. ¿Seguirán siendo una prioridad los libros? Y ¿de forma física o virtual? De acuerdo con Claudia Bautista, presidenta de la RELI “las librerías han demostrado ser resilientes”[5] en épocas de crisis y espera que por ello salgan adelante de esta crisis.

No hay que olvidar que la comercialización de libros en México representa 9 mil millones de pesos al año (más de 402 millones de dólares) de acuerdo con la Cámara Nacional de la industria Editorial Mexicana (CANIEM)[6]; es decir, no se puede dejar a su suerte a este eslabón dentro de la cadena productiva del libro con su impacto en la economía.

De acuerdo con la Federación de Gremio de Editores en España, “Amazon ha copado casi la mitad de la venta de libros a través de Internet”[7]. La gente en la crisis ha dedicado más tiempo a leer, pero ante la ausencia de librerías y bibliotecas abiertas, se empujó al lector a buscar alternativas en Internet, se ha dejado de leer en papel para darle paso al libro electrónico. La misma fuente señala que de las ventas Online el 47 por ciento se hicieron a través de Amazon y solamente el 6 por ciento en las páginas web de las librerías[8]. Si bien son datos de España, perfectamente se pueden extrapolar a la realidad mexicana, que no dista mucho de esta compleja situación. De los consumidores habituales, normalmente el 32 por ciento compra sus libros en línea, pero en esta crisis alcanzó al 72 por ciento[9]. Cifras preocupantes para las librerías.

Hay muchas interrogantes que se desprenden de esta llamada “nueva normalidad” para los libreros: ¿Habrá cambios al corto y mediano plazo en los hábitos de los lectores habituales? ¿Amazon se quedará con los nuevos clientes que surgieron de la crisis? ¿Habrá un aumento en la venta de libros en línea? ¿Se mantendrá la tendencia mostrada en la crisis? ¿Con qué porcentaje participarán los libreros con los libros físicos en esta nueva realidad? Son reflexiones que se deben de hacer y que todas confluyen en una premisa básica: Las librerías se tienen que reinventar si quieren sortear la crisis y seguir participando del mercado de libros. ¿Pueden hacerlo solos?, NO. Definitivamente no, requieren el apoyo corresponsable de todos aquellos involucrados en su ecosistema, incluyendo la lealtad de sus lectores y reconocer y hacer valer la importancia del binomio editor y librero.

Lo que es cierto, y que esta pandemia ha puesto nuevamente en el debate, son los nuevos hábitos en la compra de libros, las conductas del lector están cambiando. El fenómeno del e-commerce es un factor decisivo en este cambio, sobre todo cuando se habla de distribución bajo demanda. Las librerías más allá de estar presentes en Internet, sin haberle dado mucha importancia al comercio electrónico, deben tomar este modelo de negocios con seriedad y darle la importancia que tiene. De lo contrario sus ventas por este canal seguirán siendo mínimas aun cuando los datos y tendencias mundiales señalan el crecimiento de este canal de distribución. También es cierto que hay casos de éxito que han sido visionarias y han logrado hacer esta transición como es el caso de la Casa del Libro y otras más. Ejemplo de ello son los datos que arrojan la Bookscan México en donde a mayo del 2020, de 100,000 unidades vendidas semanalmente se pasó a 130,000, lo que denota que varias librerías han migrado al negocio de e-commerce, empezando a canalizar sus esfuerzos en este mercado. Esta nueva realidad, mucho más factible para las medianas y grandes empresas ha afectado aún más a las más pequeñas, las cuales han tenido que realizar alianzas estratégicas para sumar esfuerzos y poner un pie en este mercado. Ejemplo de ello la propia Porrúa, que ha manifestado la posibilidad de incorporar a su página digital a sus aliados comerciales[10], facilitando con ello su incursión al mercado en línea.

De acuerdo con Nielsen Bookscan México[11], la primera caída importante en la venta de libros fue aproximadamente en febrero en dónde hubo una caída en la venta de unidades, cayendo de 386 mil a 329 mil; sin embargo, fue hasta abril cuando las ventas cayeron estrepitosamente a 103 mil unidades vendidas. Cuando las librerías y editores reaccionaron entre marzo y mayo, y empiezan a vender en línea, se ve un ligero incremento de unidades vendidas, subiendo a 128 mil libros.

Es decir, aún para los que se oponen a la venta de libro digital, ésta se plantea como una alternativa más que viable para seguir desplazando el producto en tiempos de crisis. El ideal es que sigan coexistiendo ambos canales de venta, y confío que al finalizar la pandemia así pueda ser. Un gran aliado a este esquema será el educativo, el cual ya ha planteado la necesidad de plantear un esquema mixto para el proceso de enseñanza y aprendizaje como opción formativa del nuevo modelo educativo. Considero que es toral que apoyemos a los libreros en esta conversión para que puedan seguir vigentes y lo que antes se presentaba como una opción hoy se visualice como una condición. Hoy la presencia en Internet es inevitable.

Hay casos en donde la transición a la venta en línea es el paso natural por seguir, ante la crisis económica derivada de la pandemia. Los altos costos de las rentas y mantener una tienda operativamente funcional se ha convertido en una cuesta arriba muy difícil de escalar para las pequeñas librerías. Ejemplo de ello, la famoso librería El tomo suelto, que primero tuvo que rematar sus existencias al 50% para posteriormente, dar cierre a su tienda. Ahora han abierto una tienda en línea (Facebook), y se muestran optimistas ante el futuro. Es cierto también, lo expresado por Torres (dueño de El tomo suelto), que una librería es por si misma, algo más allá que una tienda de determinado producto, es y ha sido el guardián de la historia y la cultura del país y del mundo, ahí se resguarda la historia de la humanidad y como espacio, aporta valor cultural y social al barrio en donde se ubican. Son finalmente, testigos silenciosos de nuestra historia ®. Ojalá independientemente de la imperante necesidad de reinventarse, las librerías de barrio sorteen exitosamente la pandemia y sus consecuencias. Hay anécdotas como la de Jöel Dicker autor de El caso de Harry Quebert y la Desaparición de Stephanie Miller, creo que acaba de publicar otro: la Habitación 622, que al preguntarle cuál libro preferiría vender en Amazon, contestó con un rotundo ninguno, ya que se visualiza como un auténtico defensor del librero, y agrega que, si no fuera por la recomendación de su librero, quizá no habría leído los mejores libros que han pasado por sus manos.

Bueno, como he mencionado anteriormente, más allá del debate sobre la coexistencia o no de ambos formatos, o sobre la desaparición del libro físico (que soy una fiel creyente que no será así), el e-commerce se ha vuelto una condición dentro de la reinvención de las librerías. Se ha convertido además en el mecanismo idóneo para llegar a los consumidores en lugares donde no hay puntos de venta. El e-commerce llega como “una burbuja de oxígeno y alternativa a las fórmulas tradicionales sobre como vender libros”[12]. Es importante destacar, que no solo hay que estar por estar en Internet, hay que sacarle el mayor provecho a esa presencia y a este canal de venta. Para ello, incluso hay que perder el miedo y asesorarse de los expertos y visualizar de cerca fórmulas exitosas como la de Amazon y Casa el Libro.

Y como Amazon es un referente haremos una pequeña pausa para comentar el por qué es un caso de éxito, siendo que su fundador Jeff Bezos paso de dirigir una pequeña librería online a manejar a un monstruo de calibre internacional. Era el año de 1994, ya el Internet era una realidad. Bezos trabajaba en la Bolsa y no tardó en darse cuenta de que la irrupción del Internet acabaría impactando en los hábitos de consumo de la población y quiso formar parte de este cambio. Así que no tardó en dejar su empleo bien remunerado, y juntando a los suyos, los ahorros de sus padres de toda la vida, decidió arriesgarse y fundar una librería en línea. Cuenta Bezos que se decidió por los libros después de hacer una lista de los productos que tenía menor costo y mayor demanda y en medio de esta lista, quedaron los libros por lo que en ello baso su elección. Es decir, no fue amor por la cultura o por los libros, ni ningún interés por la literatura más que el negocio en si mismo. El éxito casi fue instantáneo, a los dos meses de abrir su tienda en el garaje de su casa, ya estaba vendiendo 20,000 dólares a la semana y en 50 estados de Estados Unidos y en más de 45 países diferentes. Aquí aplica la frase de que “el primero que pega, pega dos veces”, sin lugar a duda. Es importante mencionar que, si hoy se encuentra a años luz de esos inicios, en 1994 ya contaba con un millón de títulos en su catálogo. Su idea de convertirse en la librería más grande del mundo se hizo realidad.

No tuvo rival en venta en línea, en Off line Barnes & Noble, que era la mas prestigiosa, y circularon rumores que fueron los que difundieron que Amazon no era una librería sino un Broker de libros. Pero realmente qué hizo la empresa que hoy vende en comercio electrónico 2.370 millones de dólares al año y que cuenta con 431,400 empleados en todo el mundo:

  1. Diversificó su catálogo. En 1998, además de libros, incursionó con Música en CD, Video en DVD, Software y videojuegos.
  2. En el 2000 se da uno de los cambios mas representativos de Amazon, se abrió al Marketplace a terceros. En que consistía esta estrategia, pues fácil, cualquier vendedor o productor podían vender sus productos adentro de Amazon, obviamente pagando un fee y cumpliendo con sus estándares de calidad. Esta quizá sea la estrategia de mayor valor de Amazon. Ya que no solo amplió su catálogo, sino que les ha dado el conocimiento para saber que se vende y que no, para después crearlo ellos y venderlo con sus marcas.
  3. Servicios Su propia necesidad lo llevó a crear un producto y servicio. Me explico, imagínense una empresa de este tamaño qué capacidad de banda ancha necesitaría para hacer sus transacciones, el almacenamiento para alojar el catálogo enorme que tenía, soportar el tráfico de clientes y ventas concurrentes, picos de consumo. Todo ello se traducía en una inversión estratosférica. Así nació en 2002, Amazon Web Services, que es un conjunto de aplicaciones y productos para todo aquel que desarrolle una web o app en la red. Dicen los que saben de esto, que, para dimensionar el tamaño de la AWS, solo consideren que Netflix opero ahí hasta hace relativamente poco tiempo.
  4. Amazon Prime. Siendo su filosofía la atención centrada al cliente, creo esta modalidad de transacción en la que a cambio de una anualidad de 79$ los clientes no pagaban gastos de envío y les garantizaba una entrega en 48 horas. Esto provocó que sus clientes fueran recurrentes y que paulatinamente éstos generaran lealtades.

Hay otras estrategias que ha implementado; la principal, la constante evolución o reinvención de si mismo, nunca olvidando el centro de su negocio que es el cliente.

Ante esta enorme realidad, pareciera imposible competir, pero lo cierto es que no es así. Hay mercado para todos, y una muestra de ello es la firma en exclusiva de Scribd con Editorial Planeta en México en días pasados. De acuerdo con Proyecto451, “Scribd esta igualando y hasta superando en ingresos a muchos mercados de América latina a Amazon”. Alrededor de mil títulos de Seix barral, Paidós, Crítica y Para Dummies formaran parte del catálogo de Scribd. El Catálogo de Scribd solamente en español cuenta con 85,000 títulos que equivalen a cerca de 30 millones de horas de lecturas en nuestro idioma. Esta plataforma cuenta con libros de Paul Auster, Rosario castellanos, Elena Poniatowska, Cristina Rivera Garza, Richard Dawkins, Steven Spinker, Enrique Krauze, Mónica Lavín, J.J. Benítez, Juan Villoro, Paco Ignacio Taibo II, Vicente Leñero, Tal Ben-Sahar, Julio Patán, entre otros. Con esta estrategia se pretende adoptar una mayor cantidad de lectores en México y Latinoamérica. Con Océano esta integrando traducciones y/o títulos de Olga Tokarczuk (premio nobel), Carlos Monsivais, John Gray, Le Clezio, Cristina Pacheco, Haghenbeck, Bucay, Guadalupe Loaeza, Robert Green, Ignacio Padilla, Lorenzo Meyer, etcétera. Después de 14 años desde su fundación, Scribd cuenta hoy con 1 millón de títulos, incluyendo los 85,000 en español y tiene un tráfico de 100 millones de usuarios al mes. ¡Difícil si, imposible no! Hay que evolucionar, y hay que hacer alianzas estratégicas que nos permitan seguir avanzando. Este mundo globalizado obliga a trabajar de la mano con otros actores del ecosistema del libro y a asumir que solos difícilmente podemos transitar no solo por esta crisis derivada de la pandemia, sino la travesía por este época que nos ha tocado vivir.

En México hay una iniciativa promovida por la RELI (Red de Librerías independientes) que considera desarrollar un e-commerce que beneficie por igual a todos los actores de la cadena del libro (poniendo énfasis en el lector) ya que todas las librerías recibirían un beneficio por las compras que se realicen en este sitio.

De acuerdo con Daniel Benchimol, este esquema tendría grandes ventajas:

  • Dropshipping: quien entrega el producto no es la librería sino el distribuidor. Esto favorece al lector tanto en costos como en tiempos.
  • El rol del librero seguirá siendo quien de a conocer las novedades y quién recomiende los libros. También puede ofrecer muchos más libros que los que tendrían físicamente, y sin preocuparse por la logística.
  • El e-commerce permite distribuir libros en contexto o lugares donde no sería posible, y ofertar catálogos que ninguna librería podría tener físicamente.
  • Este modelo permite vender antes de producir, ahorrando costos de almacenaje y de sobreproducción.

Lo que es un hecho, es que la pandemia puso de manifiesto que:

  • Las ventas e-commerce de libros físicos y digitales crecieron y ayudaron a que muchas editoriales y librerías (de las llamadas independientes) lograrán subsistir.
  • Se demostró que ambos canales pueden coexistir.
  • Diferentes encuestas en el mundo confirman que en la pandemia el tiempo de lectura se incrementó.
  • Los hábitos de acceso y consumo se transformaron.
  • Las librerías tienen un papel fundamental al visibilizar las novedades. En diferentes encuestas se destaca el hecho de que los consumidores siguen prefiriendo ir a las librerías a ver, palpar y hojear las novedades para después comprarlas en línea.
  • Con las librerías cerradas este rol se trasladó a las redes sociales.
  • Un efecto, que también se evidenció confirmando algunas tendencias marcadas en los últimos años, fue un decremento en la venta de novedades y un aumento en las ventas de fondo.
  • También se evidenció que los viejos esquemas de sobreproducción, sobreoferta, consignación y excesivas capas de inventarios ya son modelos obsoletos a partir de los nuevos hábitos de consumo y de la puesta en escena de nuevos actores en los canales de venta y distribución.

Las librerías, insisto tienen que reinventarse y diversificar su modelo de negocio en aras de su propia supervivencia. De acuerdo con el INEGI (febrero, 2020), el lugar donde más libros se están comprando en la pandemia ante la falta de librerías abiertas son las tiendas, farmacias y supermercados de autoservicios. Por lo que se deben vislumbrar nuevas alianzas con la inclusión de nuevos actores dentro del ecosistema del libro.

The New York Times publicó un artículo muy polémico en este sentido cuestionando si el mejor lugar para vender libros sería junto al papel de baño. Esto solo pone sobre la mesa la la reflexión sobre la prioritaria necesidad de innovar a las librerías. Éstas tienen que abrirle las puertas al comercio electrónico, como un mecanismo complementario a sus habituales canales de venta y repensar cuál sería el modelo de la futura librería post pandemia.

Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas para el e-commerce, además de sus detractores naturales, es decir, los apocalípticos según Umberto Eco, que se oponen a todo lo que implique consumo de masas, lo cierto es que si hay un sector entre los lectores a los que les parece excesivo el precio de los libros electrónicos. Si, están dispuestos a pagar, pero lo que ellos perciben como un precio justo, y éste en principio no debiera rebasar los 3 dólares, siendo que en la realidad escilan entre los 5 y 10 dólares. Es cierto que estas abierto a un mercado más grande, pero también este mercado es más competitivo, por lo que requieres continuamente estar destacando o te puedes perder en el mundo del Internet. Internet ha abierto al mercado nacional uno internacional, con millones de lectores y clientes, pero también te puedes perder en la cantidad de oferta.

Es decir, todo en esta vida tiene sus pros y sus contras, lo importante es evolucionar y tener la capacidad de reinventarse a las necesidades del consumidor.

Gracias,

 

[1] Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM). http://www.caniem.com/estadistica-librerias. Consultado el 30 de julio de 2020.

[2] Sistema de Información Cultural. Gobierno de México. http://www.caniem.com/estadistica-librerias. Consultado el 30 de julio de 2020.

[3] Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Consultado el 30 de julio de 2020.

[4] Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Consultado el 30 de julio de 2020.

[5] Ventas de libros bajan 80% por coronavirus; Librerías no ven claro posible reapertura. Milenio 2020. Milenio 2020.milenio.com/negocios/librerias-mexico-pierden-80-ventas-covid-19. Consultado el 31 de julio de 2020.

[6] Ibid.

[7] Amazón queda con el pastel de la venta online durante el confinamiento. InfoLIbre. https://www.infolibre.es/noticias/cultura/2020/07/25/amazon_queda_con_pastel_compra_online_durante_confinamiento_mientras_los_libreros_ultiman_web_ventas_109282_1026.html Consultado el 31 de julio de 2020.

[8] Ibid.

[9] Ibid.

[10] Editoriales y libreros en México hacen conversión al e-commerce. El Economista. https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Editoriales-y-libreros-en-Mexico-hacen-conversion-al-e-commerce-20200514-0162.html Consultado el 31 de agosto de 2020.

[11] Ibid.

[12] 8 Claves para explotar tu e-commerce en el sector editorial. POd i Pint. https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Editoriales-y-libreros-en-Mexico-hacen-conversion-al-e-commerce-20200514-0162.html Consultado el 31 de agosto.

 

Piratería, esa informalidad institucionalizada

Carlos Anaya Rosique.

Editor y Rector de la Unical.

 

Nota: Este texto fue presentado en el Coloquio “Renglones torcidos de la edición. Plagio, piratería y delitos informáticos contra la edición”, que se realizó el jueves 12 de noviembre de 2020, coordinado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Buenas tardes, es para mí muy grato compartir esta mesa con Ma. Del Carmen Arteaga, incansable luchadora por la vigencia y respeto del Derecho de Autor. Gracias a Elena Pigenutt por su moderación. Confío en no dar muchas molestias.

Agradezco a las autoridades de la UNAM, a través de Socorro Venegas, Directora de Publicaciones y Fomento Editorial su invitación, y a Camilo Ayala Ochoa las gestiones para llegar el día de hoy.

Por último, antes de iniciar mi presentación —una serie de reflexiones sobre el tema— quiero hacer aquí un homenaje a un universitario que hace muy poco dejó de estar entre nosotros. Me refiero al maestro Cuauhtémoc Hugo Contreras Lamadrid, hasta el pasado mes de septiembre director del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Gracias por su cortesía, por su voluntad, por su esfuerzo para que el Derecho de Autor tomara realmente carta de naturalización en nuestra sociedad. Siempre estará presente.

En las Jornadas Académicas organizadas por la UNAM-OMPI-INDAUTOR 2019 en la Facultad de Derecho de la UNAM y realizadas el martes 10 de septiembre de ese año, hice una pregunta que, por supuesto, sabía incómoda. Dije, palabras más, palabras menos: “Agradezco a la Facultad de Derecho la invitación para estar el día de hoy aquí, para hablar de derechos de autor, en el espacio donde más se generan copias ilegales de las obras, tanto físicas como digitales.”

En ese mismo espacio también señalé que “La piratería, la ilegalidad es un cáncer y todos juntos tenemos que combatirla. No es una tarea que el gobierno pueda hacer solo y requiere de la colaboración, de la concientización de todos los habitantes del país, para comprender que esa acción destruye la cultura, sus posibilidades de difusión. Un país sin cultura es un país que no existe.”

Por supuesto que tengo claro que hay una preocupación sobre el tema, ejemplo de ello es este Coloquio que debería darnos luz sobre qué hacer para abatir la ilegalidad, que no otra cosa es la piratería. Y no hablo solo de la ilegalidad en la reproducción y distribución de libros y publicaciones periódicas, sino de una inmensa cantidad de elementos que constituyen el universo de la piratería.

Todos reconocemos que el espacio de la fotocopia, de los libros ilegales, de los PDF que circulan sin mayor problema tiene un mercado fértil en las universidades, y que hay que ver por qué se da el problema.

Parto de considerar que el fenómeno es mucho más que un ejercicio de reproducción ilegal de contenidos y responde a muy diversos factores, entre otros:

    1. A una actividad del crimen organizado;
    2. a la falta de conocimiento de la Ley --por cierto, su desconocimiento no exime a nadie de su cumplimiento-- o de su explicación: campañas que intentan inhibir la reproducción ilegal con acciones de amenaza y no con alternativas;
    3. a la poca presencia editorial en el país, en particular, pero no solo, de librerías;
    4. a un mercado editorial deprimido y mercados muy limitados y por último en esta apretada relación,
    5. a la falta de interés en el desarrollo de espacios de lectura: por ejemplo, bibliotecas que hoy están sin libros, sin recursos.

En las diversas actividades de profesionalización en que he estado involucrado, he logrado apreciar la gran necesidad de comprensión y aplicación del derecho de autor; sin embargo, un problema estriba en que durante muchos de esos cursos solo se logra asustar, provocar el miedo sobre las aplicaciones del derecho, de sus trámites, de las consecuencias si uno se equivoca al hacer un trámite o de lo complicado que es entender las limitaciones o las excepciones, por citar algunas de las reflexiones realizadas. Hay buena voluntad, pero muy mala comunicación, poco conocimiento. La exposición del derecho de autor debería de considerarse una base legal para actuar, nuestro apoyo no nuestro temor.

Así como buscamos un médico especialista para ver si tenemos diabetes o cáncer, así tendríamos que buscar al especialista en Derechos de Autor que nos lleve de la mano: no improvisemos, busquemos hacer sencillo lo que ellos hacen. El derecho de autor es el instrumento para respetar la ley. El propio Instituto Nacional del Derecho de Autor debería de organizar cursos y seminarios objetivos, asertivos para convocar a la legalidad.

Antes de continuar con las reflexiones (o locuras), demos algunas cifras de lo que significa la piratería de contenidos:

El consumo ilegal de obras literarias está acabando con la industria editorial en México. Se estima que 4 de cada 10 libros físicos que se venden son piratas: una cadena de personas que van desde el autor, las editoriales, los distribuidores y los libreros, entre otros, se ven seriamente afectados cada vez que se consume un libro no original. Si a esto agregamos que el dinero recaudado cae en las arcas del crimen organizado, estamos hablando de un serio peligro.

La encuesta realizada en 2017 por la Coalición por el Acceso Legal a la Cultural (CALC) (www.calc.com), arroja cifras alarmantes sobre el consumo de libros piratas en México, a destacar:

    • El 44 % de los consumidores de libros físicos, compran libros piratas.
    • El 48 % de los consumidores de libros digitales, acceden a ellos de manera ilegal.
    • Los consumidores de libros pirata equivalen al 50% de consumidores de libros.
    • El 50 % de los consumidores de libros pirata, físicos, lo hacen más de 2 veces por año.
    • Al respecto, según el mencionado estudio, se estima que los consumidores gastaron cerca de 1,700 millones de pesos en libros pirata físicos y que el 78 % de los consumidores de libros piratas lo hicieron gratuitamente.

El Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, (Cempro), y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, (Caniem), junto con la Asociación de Librerías de México, han impulsado acciones para prevenir y hacer conciencia sobre los efectos no solo económicos, sino sociales de la piratería.

Hoy promueven “Pongamos punto final a la piratería de libros”, que convoca a los consumidores acudir a las librerías para adquirir libros originales, lo mismo que acceder a librerías virtuales donde pueden encontrar versiones digitales originales.

La piratería afecta a toda la cadena de valor del libro, y restringe las posibilidades de desarrollar nuevos proyectos, en primer lugar, al afectar la economía de los autores, de los creadores, de los investigadores, quienes sin duda tienen derecho, como en cualquier otra actividad, a recibir una remuneración por su trabajo. Las personas dedicadas a la creación no lo hacen por un pasatiempo: es su trabajo, tan valioso como el del artesano, como el de un médico, o un abogado. Si esas personas no pueden dedicarse al trabajo creador, no habrá forma de generar nuevos conocimientos, nuevas obras, nuevas propuestas.

El Observatorio Nacional Ciudadano realizó un estudio a mediados del presente año sobre piratería. Es un trabajo muy bien documentado que, en resumen, señala que:

“La #piratería es un delito que daña gravemente nuestra salud, integridad física y la del medio ambiente, permite el aumento de otros ilícitos y genera corrupción, impunidad y desempleo.” (https://bit.ly/30hL8Dfv).

Estuve atento a las exposiciones de Ma. Fernanda Mendoza y José Luis Caballero, especialistas en el campo del derecho de autor, hablando sobre plagio.

Me detengo para hacer una reflexión puntual. Quienes fotocopian, digitalizan, reproducen ilegalmente libros, físicos o digitales, dicen que no sabían que estaban violando la ley (algunos argumentan el Artículo 40 de la ley que permite la copia privada), o que no encuentran el libro original o que es muy caro o que, muy relevante, no lo hacen de “mala fe”. Esas son las argumentaciones y sobre esa base la sociedad justifica la existencia de esos productos.

Sin embargo, aunque no esté definido en la Ley Federal del Derecho de Autor, el plagio es tratado de manera distinta a la piratería, incluso solo con la presunción del mismo. No se consideran las argumentaciones del escritor/plagiario, que suelen ser exactamente iguales a las reproducciones no autorizadas, es decir a la piratería:

    1. no sabía que era un delito copiar otros textos;
    2. reproduce un texto en su propio documento para claridad de sus alumnos
    3. y, sobre todo, no lo hace de mala fe.

Soy tutor de una Idónea Comunicación de Resultados, una tesis sobre el Derecho de Autor en las Universidades, que realiza una alumna de la Maestría en Diseño y Producción Editorial de la UAM-Xochimilco. Minerva Salguero se pregunta, y yo con ella: ¿por qué no se castiga con la misma severidad la reproducción ilegal en universidades cuando ambas son faltas al derecho de autor y malas prácticas profesionales?

¿Por qué el plagio es visto como lo más terrible que pudiera suceder (el plagiario es defenestrado, expulsado del olimpo intelectual), mientras si un docente o un alumno reproduce y distribuye sin autorización libros, puede que hasta reciba el aplauso de la comunidad?

El plagio y la piratería son, en esencia, lo mismo: apropiaciones ilegales de contenidos, independientemente de que muchos se basen en las excepciones de la ley para reproducir textos, partes o completos. Hay una ilegalidad. No hay forma de encubrir la violación de la legalidad escudados en el derecho al conocimiento: ese no está limitado, pero se enfrenta, a su vez, con el derecho de las personas creadoras a una remuneración por su trabajo. Otra cosa es que ellas decidan que su obra esté en un espacio gratuito: es su derecho decidir cómo va a difundirse su obra.

Hace unos meses, una autora, Fernanda Melchor, defendió su derecho, el de su creación, frente a un individuo que señalaba que enviaría un PDF a unos otros usuarios. Fernanda, a quien le reconozco la claridad de su expresión, hizo un reclamo de la manera más llana posible. Lamentablemente, los usuarios de las redes sociales se quedaron con el “exabrupto” (lo llamo así porque de esa forma lo calificaron) y no entraron al meollo del asunto: la apropiación y distribución ilegal del trabajo de una autora.

El título de esta mesa es por demás claro en cuanto a cómo vemos a la piratería: una informalidad institucionalizada.

Parece que nos hemos rendido y tuviéramos que reconocer que la piratería ya tiene licencia para convivir entre los universitarios, en la sociedad, como una anomalía imposible de subsanar.

Me niego a aceptar esa visión, porque estoy seguro que hay maneras nada fáciles, por cierto, para modificarla y sobre todo para revertir los usos y costumbres.

La piratería, además de un bastión del crimen organizado se da porque en la industria editorial, en el mundo del libro no hemos sabido cómo estar al lado del lector, del usuario y hemos provocado lo que, en algún momento algunos, entre ellos Jesús Anaya, han llamado “demanda suprimida” y que no es más que el abandono de muchos espacios para llegar con ofertas, con libros, con librerías a todos los rincones del país. Los editores no hemos logrado dimensionar nuestro papel social y encontrar modelos de producción de libros de formas más accesibles, más económicas: antologías, separatas, apuntes de clase. Es así como una industria editorial se desarrolla y promueve la creación de libros: científicos, técnicos, de literatura, ensayo, etc.

El problema es complicado ya que, si bien la lectura se valora como el mayor bien cultural, el proceso de llevar esa lectura a las manos del lector, es decir, el proceso que se da entre la persona que crea, que genera los contenidos y las personas susceptibles de leer ese contenido, es absolutamente desconocido, devaluado y, por tanto, poco apreciado.

Todos sabemos cuánta gente participa en una película, en una obra de teatro, en una orquesta, pero muy pocos sabemos en verdad quiénes participan en la trasformación de ese manuscrito en un libro que pueda ser leído y sobre todo comprendido, por su calidad, por muchos.

Para que un manuscrito pueda llegar a un lector en forma de libro, se requiere la intervención de, cuando menos, las siguientes personas que harán diversas funciones:

    • Quien invierte (Publisher, por su nombre en inglés), que considera importante la difusión, la publicación de ese material;
    • Quien dictamina, evalúa la obra, observa detalles y sugiere elementos que fortalezcan el manuscrito;
    • Quien dirige el proceso editorial, editora/editor, que es quien construye el catálogo de la editorial y tiene la responsabilidad de las obras y sobre quien recae la dirección del proceso de publicación;
    • Quien corrige el estilo, da orden y coherencia al discurso;
    • Quien diseña;
    • Quien forma los textos, arma las páginas;
    • Quien hace la corrección ortotipográfica;
    • Quien dibuja e ilustra;
    • Quien está a cargo de la preprensa;
    • una empresa impresora y encuadernadora, con todas las funciones de esa industria y, por supuesto,
    • un área de contabilidad, de almacén, además de una distribuidora, un área de venta, una librería.

Es una relación apretada: todas estas personas son las que hacen posible que el libro llegue al lector. Un manuscrito no entra a una caja negra y sale hecho libro: es un trabajo con mucha gente que depende de la venta de los libros para poder vivir. Gente que tiene un trabajo honorable, legal, como cualquier otro. Y lo mismo sucede para los libros digitales.

En algún momento planteaba que una de las formas en que podemos lograr que los maestros no recomienden fotocopias, PDF ilegales, libros “más baratos” (cualquier libro, cualquier producto pirata será siempre muy caro, por más barato que lo ofrezcan, por cierto), es convocándolos a que escriban, a que publiquen sus notas de clase, verdaderos índices de textos por escribir.

Por supuesto será necesario que en cada universidad se revisen los contratos con sus investigadores para que puedan recibir la remuneración adecuada por ese trabajo.

Solo entonces, cuando otro maestro recomiende la fotocopia del capítulo 3 de ese libro, o la reproducción que se ofrece “más barata”, o el intercambio del PDF, es que el maestro-escritor logrará tener una visión amplia del problema.

Organicemos realmente explicaciones, cursos, alternativas para que los profesores puedan recomendar libros, capítulos de forma legal, demos los elementos para que los maestros puedan atender este requerimiento: ese es el reto, eso plantea la estudiante de la UAM-Xochimilco; eso es un camino.

Lo que no puede hacerse es cerrar los ojos y suponer que las universidades, sus autoridades no tienen responsabilidad en la promoción de la legalidad.

Por lo demás, ¿para qué invierte tanto el Estado en enseñar a leer si después no propicia el acceso a los libros para promover la lectura? Lo que no puede hacer el Estado es cerrar los ojos y no dotar de recursos suficientes a las bibliotecas; hay más de 7 mil en el país, que serían los establecimientos más cercanos a los lectores, estudiantes o no y, por tanto, el primer frente contra la piratería.

Si la biblioteca cuenta con la dotación de los libros necesarios, suficientes que pueden leerse de manera gratuita en su espacio, ¿qué pasaría con la piratería?

La responsabilidad es de todos y cuando digo todos hablo del Estado, no solo del gobierno, también de los legisladores, del poder judicial.

¿Qué acciones realiza realmente la Fiscalía General de la República para contener, inhibir la piratería? ¿Saben cuánto cuesta organizar un operativo?

Para terminar, dejo unas preguntas para la reflexión: ¿por qué las universidades, y hablo de ellas porque en ese espacio estamos, que construyen a los profesionales del futuro no inhiben el uso de las fotocopias, de las transmisiones digitales ilegales, de los libros ilegales?

Es decir, ¿tiene caso estar aquí hablando una vez más sobre piratería y salir para “bajar” el libro que solicitó el maestro, o que recomendó el colega? ¿La alternativa es regalar los libros y que el Estado, así como proporciona los libros de primaria y secundaria otorgue los libros de nivel universitario? ¿Cuáles son las alternativas para que el conocimiento circule, sea accesible y que al mismo tiempo quienes se dedican a la creación de contenidos, sean remunerados por ese trabajo? Ese es el reto y hay que asumirlo.

En resumen, las universidades son las formadoras de los profesionales del país y requieren promover la legalidad como principio básico; cualquier esfuerzo por lograrlo será poco ante el beneficio que como sociedad se puede lograr.

Las empresas editoriales deben promover modelos de edición que ayuden a que los estudiantes puedan tener materiales de calidad, obras originales, legales y de bajo precio.

Los consumidores debemos atender a la necesidad de legalidad en todas las acciones de la sociedad: no hacerlo en cualquiera de los casos socava las bases de una sociedad democrática.

La responsabilidad del Estado y las políticas públicas será un tema que abordará de manera magistral mi compañera de mesa, Carmen Arteaga.

Aprovecho y adapto una expresión coloquial, esa que dice: “entre todos la matamos y ella solita se murió”, y digo entonces: entre todos la promovimos y ella solita, la piratería, se arraigó…

Espero estar equivocado y todavía estemos a tiempo de evitar ese arraigo.

Muchas gracias.

Carlos Anaya Rosique

Ciudad de México, a 12 de noviembre de 2020.