Las 10 habilidades profesionales más demandadas por las empresas en 2021

El creciente número de personas que están trabajando en la modalidad homeoffice, la transformación digital de las empresas, así como las habilidades que buscan los reclutadores ha cambiado por completo el mundo laboral y la forma en que lo concebimos

Actualmente, los encargados de recursos humanos no solo se basan en el perfil profesional sino en las habilidades digitales al momento de contratar a nuevos empleados.

En este sentido, y a la búsqueda de nuevas perspectivas, la IEBS Business School, indicó cuales son las habilidades más demandadas en 2021 para el reclutamiento de personal.

Si deseas profundizar más sobre el tema, entra al siguiente enlace:

Las 10 habilidades profesionales más demandadas por las empresas en 2021

Por qué leer libros ayuda a ejercitar el cerebro

La literatura no solo nos ayuda a estimular nuestros pensamientos, sino nuestras conexiones neuronales.
Actualmente existen estudios que muestran los beneficios que la lectura nos brinda, además del placer que en si misma representa.

Algunos de ellos son:
Ayuda a que nuestro cerebro esté mejor interconectado
Leer de manera habitual favorece que los grupos de neuronas estén más y mejor conectados,
sobre todo en lo que refiere al lóbulo temporal izquierdo, que está muy relacionado con el lenguaje.

Nos ayuda a liberar el estrés
Introducir la lectura como parte de nuestras actividades cotidianas, nos permite encontrar un espacio
de calma y paz, similares a las sensaciones similares que produce la meditación.

Los libros nos ayudan a ejercitar la memoria
En el caso de la poesía se ha demostrado que tiene un efecto que, sobre nuestra capacidad para
recordar elementos, ya que vinculamos información textual con estados emocionales

Si deseas profundizar más sobre el tema, entra al siguiente enlace:

https://www.infobae.com/america/ciencia-america/2021/02/05/por-que-leer-libros-ayuda-a-ejercitar-el-cerebro/

Cuatro pilares del aprendizaje en la educación en línea

La actual crisis sanitaria a nivel mundial ha acelerado la transición de diversas actividades humanas a la era digital. Entre éstas destaca la educativa, la cual puede ser observada desde diversos ángulos. Para ello, se hacen vitales estudios que nos permitan comprender cómo se aprende, piedra angular de cualquier propuesta educativa e hito de la sociedad actual.

En este contexto, investigaciones como las del doctor Stanislas Dehaene, a partir del estudio de los algoritmos del cerebro, en el que identifica los ejes torales en los que se centra el aprendizaje, a saber: atención, compromiso activo, retroalimentación y consolidación, hacen obligatoria su lectura para aquellos estudiosos de la educación en línea.

Si deseas profundizar más sobre el tema, entra al siguiente enlace:

https://bit.ly/3pHLHRb

Consultado el 02 de febrero de 2021

Piratería, esa informalidad institucionalizada

Carlos Anaya Rosique.

Editor y Rector de la Unical.

 

Nota: Este texto fue presentado en el Coloquio “Renglones torcidos de la edición. Plagio, piratería y delitos informáticos contra la edición”, que se realizó el jueves 12 de noviembre de 2020, coordinado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Buenas tardes, es para mí muy grato compartir esta mesa con Ma. Del Carmen Arteaga, incansable luchadora por la vigencia y respeto del Derecho de Autor. Gracias a Elena Pigenutt por su moderación. Confío en no dar muchas molestias.

Agradezco a las autoridades de la UNAM, a través de Socorro Venegas, Directora de Publicaciones y Fomento Editorial su invitación, y a Camilo Ayala Ochoa las gestiones para llegar el día de hoy.

Por último, antes de iniciar mi presentación —una serie de reflexiones sobre el tema— quiero hacer aquí un homenaje a un universitario que hace muy poco dejó de estar entre nosotros. Me refiero al maestro Cuauhtémoc Hugo Contreras Lamadrid, hasta el pasado mes de septiembre director del Instituto Nacional del Derecho de Autor. Gracias por su cortesía, por su voluntad, por su esfuerzo para que el Derecho de Autor tomara realmente carta de naturalización en nuestra sociedad. Siempre estará presente.

En las Jornadas Académicas organizadas por la UNAM-OMPI-INDAUTOR 2019 en la Facultad de Derecho de la UNAM y realizadas el martes 10 de septiembre de ese año, hice una pregunta que, por supuesto, sabía incómoda. Dije, palabras más, palabras menos: “Agradezco a la Facultad de Derecho la invitación para estar el día de hoy aquí, para hablar de derechos de autor, en el espacio donde más se generan copias ilegales de las obras, tanto físicas como digitales.”

En ese mismo espacio también señalé que “La piratería, la ilegalidad es un cáncer y todos juntos tenemos que combatirla. No es una tarea que el gobierno pueda hacer solo y requiere de la colaboración, de la concientización de todos los habitantes del país, para comprender que esa acción destruye la cultura, sus posibilidades de difusión. Un país sin cultura es un país que no existe.”

Por supuesto que tengo claro que hay una preocupación sobre el tema, ejemplo de ello es este Coloquio que debería darnos luz sobre qué hacer para abatir la ilegalidad, que no otra cosa es la piratería. Y no hablo solo de la ilegalidad en la reproducción y distribución de libros y publicaciones periódicas, sino de una inmensa cantidad de elementos que constituyen el universo de la piratería.

Todos reconocemos que el espacio de la fotocopia, de los libros ilegales, de los PDF que circulan sin mayor problema tiene un mercado fértil en las universidades, y que hay que ver por qué se da el problema.

Parto de considerar que el fenómeno es mucho más que un ejercicio de reproducción ilegal de contenidos y responde a muy diversos factores, entre otros:

    1. A una actividad del crimen organizado;
    2. a la falta de conocimiento de la Ley --por cierto, su desconocimiento no exime a nadie de su cumplimiento-- o de su explicación: campañas que intentan inhibir la reproducción ilegal con acciones de amenaza y no con alternativas;
    3. a la poca presencia editorial en el país, en particular, pero no solo, de librerías;
    4. a un mercado editorial deprimido y mercados muy limitados y por último en esta apretada relación,
    5. a la falta de interés en el desarrollo de espacios de lectura: por ejemplo, bibliotecas que hoy están sin libros, sin recursos.

En las diversas actividades de profesionalización en que he estado involucrado, he logrado apreciar la gran necesidad de comprensión y aplicación del derecho de autor; sin embargo, un problema estriba en que durante muchos de esos cursos solo se logra asustar, provocar el miedo sobre las aplicaciones del derecho, de sus trámites, de las consecuencias si uno se equivoca al hacer un trámite o de lo complicado que es entender las limitaciones o las excepciones, por citar algunas de las reflexiones realizadas. Hay buena voluntad, pero muy mala comunicación, poco conocimiento. La exposición del derecho de autor debería de considerarse una base legal para actuar, nuestro apoyo no nuestro temor.

Así como buscamos un médico especialista para ver si tenemos diabetes o cáncer, así tendríamos que buscar al especialista en Derechos de Autor que nos lleve de la mano: no improvisemos, busquemos hacer sencillo lo que ellos hacen. El derecho de autor es el instrumento para respetar la ley. El propio Instituto Nacional del Derecho de Autor debería de organizar cursos y seminarios objetivos, asertivos para convocar a la legalidad.

Antes de continuar con las reflexiones (o locuras), demos algunas cifras de lo que significa la piratería de contenidos:

El consumo ilegal de obras literarias está acabando con la industria editorial en México. Se estima que 4 de cada 10 libros físicos que se venden son piratas: una cadena de personas que van desde el autor, las editoriales, los distribuidores y los libreros, entre otros, se ven seriamente afectados cada vez que se consume un libro no original. Si a esto agregamos que el dinero recaudado cae en las arcas del crimen organizado, estamos hablando de un serio peligro.

La encuesta realizada en 2017 por la Coalición por el Acceso Legal a la Cultural (CALC) (www.calc.com), arroja cifras alarmantes sobre el consumo de libros piratas en México, a destacar:

    • El 44 % de los consumidores de libros físicos, compran libros piratas.
    • El 48 % de los consumidores de libros digitales, acceden a ellos de manera ilegal.
    • Los consumidores de libros pirata equivalen al 50% de consumidores de libros.
    • El 50 % de los consumidores de libros pirata, físicos, lo hacen más de 2 veces por año.
    • Al respecto, según el mencionado estudio, se estima que los consumidores gastaron cerca de 1,700 millones de pesos en libros pirata físicos y que el 78 % de los consumidores de libros piratas lo hicieron gratuitamente.

El Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, (Cempro), y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, (Caniem), junto con la Asociación de Librerías de México, han impulsado acciones para prevenir y hacer conciencia sobre los efectos no solo económicos, sino sociales de la piratería.

Hoy promueven “Pongamos punto final a la piratería de libros”, que convoca a los consumidores acudir a las librerías para adquirir libros originales, lo mismo que acceder a librerías virtuales donde pueden encontrar versiones digitales originales.

La piratería afecta a toda la cadena de valor del libro, y restringe las posibilidades de desarrollar nuevos proyectos, en primer lugar, al afectar la economía de los autores, de los creadores, de los investigadores, quienes sin duda tienen derecho, como en cualquier otra actividad, a recibir una remuneración por su trabajo. Las personas dedicadas a la creación no lo hacen por un pasatiempo: es su trabajo, tan valioso como el del artesano, como el de un médico, o un abogado. Si esas personas no pueden dedicarse al trabajo creador, no habrá forma de generar nuevos conocimientos, nuevas obras, nuevas propuestas.

El Observatorio Nacional Ciudadano realizó un estudio a mediados del presente año sobre piratería. Es un trabajo muy bien documentado que, en resumen, señala que:

“La #piratería es un delito que daña gravemente nuestra salud, integridad física y la del medio ambiente, permite el aumento de otros ilícitos y genera corrupción, impunidad y desempleo.” (https://bit.ly/30hL8Dfv).

Estuve atento a las exposiciones de Ma. Fernanda Mendoza y José Luis Caballero, especialistas en el campo del derecho de autor, hablando sobre plagio.

Me detengo para hacer una reflexión puntual. Quienes fotocopian, digitalizan, reproducen ilegalmente libros, físicos o digitales, dicen que no sabían que estaban violando la ley (algunos argumentan el Artículo 40 de la ley que permite la copia privada), o que no encuentran el libro original o que es muy caro o que, muy relevante, no lo hacen de “mala fe”. Esas son las argumentaciones y sobre esa base la sociedad justifica la existencia de esos productos.

Sin embargo, aunque no esté definido en la Ley Federal del Derecho de Autor, el plagio es tratado de manera distinta a la piratería, incluso solo con la presunción del mismo. No se consideran las argumentaciones del escritor/plagiario, que suelen ser exactamente iguales a las reproducciones no autorizadas, es decir a la piratería:

    1. no sabía que era un delito copiar otros textos;
    2. reproduce un texto en su propio documento para claridad de sus alumnos
    3. y, sobre todo, no lo hace de mala fe.

Soy tutor de una Idónea Comunicación de Resultados, una tesis sobre el Derecho de Autor en las Universidades, que realiza una alumna de la Maestría en Diseño y Producción Editorial de la UAM-Xochimilco. Minerva Salguero se pregunta, y yo con ella: ¿por qué no se castiga con la misma severidad la reproducción ilegal en universidades cuando ambas son faltas al derecho de autor y malas prácticas profesionales?

¿Por qué el plagio es visto como lo más terrible que pudiera suceder (el plagiario es defenestrado, expulsado del olimpo intelectual), mientras si un docente o un alumno reproduce y distribuye sin autorización libros, puede que hasta reciba el aplauso de la comunidad?

El plagio y la piratería son, en esencia, lo mismo: apropiaciones ilegales de contenidos, independientemente de que muchos se basen en las excepciones de la ley para reproducir textos, partes o completos. Hay una ilegalidad. No hay forma de encubrir la violación de la legalidad escudados en el derecho al conocimiento: ese no está limitado, pero se enfrenta, a su vez, con el derecho de las personas creadoras a una remuneración por su trabajo. Otra cosa es que ellas decidan que su obra esté en un espacio gratuito: es su derecho decidir cómo va a difundirse su obra.

Hace unos meses, una autora, Fernanda Melchor, defendió su derecho, el de su creación, frente a un individuo que señalaba que enviaría un PDF a unos otros usuarios. Fernanda, a quien le reconozco la claridad de su expresión, hizo un reclamo de la manera más llana posible. Lamentablemente, los usuarios de las redes sociales se quedaron con el “exabrupto” (lo llamo así porque de esa forma lo calificaron) y no entraron al meollo del asunto: la apropiación y distribución ilegal del trabajo de una autora.

El título de esta mesa es por demás claro en cuanto a cómo vemos a la piratería: una informalidad institucionalizada.

Parece que nos hemos rendido y tuviéramos que reconocer que la piratería ya tiene licencia para convivir entre los universitarios, en la sociedad, como una anomalía imposible de subsanar.

Me niego a aceptar esa visión, porque estoy seguro que hay maneras nada fáciles, por cierto, para modificarla y sobre todo para revertir los usos y costumbres.

La piratería, además de un bastión del crimen organizado se da porque en la industria editorial, en el mundo del libro no hemos sabido cómo estar al lado del lector, del usuario y hemos provocado lo que, en algún momento algunos, entre ellos Jesús Anaya, han llamado “demanda suprimida” y que no es más que el abandono de muchos espacios para llegar con ofertas, con libros, con librerías a todos los rincones del país. Los editores no hemos logrado dimensionar nuestro papel social y encontrar modelos de producción de libros de formas más accesibles, más económicas: antologías, separatas, apuntes de clase. Es así como una industria editorial se desarrolla y promueve la creación de libros: científicos, técnicos, de literatura, ensayo, etc.

El problema es complicado ya que, si bien la lectura se valora como el mayor bien cultural, el proceso de llevar esa lectura a las manos del lector, es decir, el proceso que se da entre la persona que crea, que genera los contenidos y las personas susceptibles de leer ese contenido, es absolutamente desconocido, devaluado y, por tanto, poco apreciado.

Todos sabemos cuánta gente participa en una película, en una obra de teatro, en una orquesta, pero muy pocos sabemos en verdad quiénes participan en la trasformación de ese manuscrito en un libro que pueda ser leído y sobre todo comprendido, por su calidad, por muchos.

Para que un manuscrito pueda llegar a un lector en forma de libro, se requiere la intervención de, cuando menos, las siguientes personas que harán diversas funciones:

    • Quien invierte (Publisher, por su nombre en inglés), que considera importante la difusión, la publicación de ese material;
    • Quien dictamina, evalúa la obra, observa detalles y sugiere elementos que fortalezcan el manuscrito;
    • Quien dirige el proceso editorial, editora/editor, que es quien construye el catálogo de la editorial y tiene la responsabilidad de las obras y sobre quien recae la dirección del proceso de publicación;
    • Quien corrige el estilo, da orden y coherencia al discurso;
    • Quien diseña;
    • Quien forma los textos, arma las páginas;
    • Quien hace la corrección ortotipográfica;
    • Quien dibuja e ilustra;
    • Quien está a cargo de la preprensa;
    • una empresa impresora y encuadernadora, con todas las funciones de esa industria y, por supuesto,
    • un área de contabilidad, de almacén, además de una distribuidora, un área de venta, una librería.

Es una relación apretada: todas estas personas son las que hacen posible que el libro llegue al lector. Un manuscrito no entra a una caja negra y sale hecho libro: es un trabajo con mucha gente que depende de la venta de los libros para poder vivir. Gente que tiene un trabajo honorable, legal, como cualquier otro. Y lo mismo sucede para los libros digitales.

En algún momento planteaba que una de las formas en que podemos lograr que los maestros no recomienden fotocopias, PDF ilegales, libros “más baratos” (cualquier libro, cualquier producto pirata será siempre muy caro, por más barato que lo ofrezcan, por cierto), es convocándolos a que escriban, a que publiquen sus notas de clase, verdaderos índices de textos por escribir.

Por supuesto será necesario que en cada universidad se revisen los contratos con sus investigadores para que puedan recibir la remuneración adecuada por ese trabajo.

Solo entonces, cuando otro maestro recomiende la fotocopia del capítulo 3 de ese libro, o la reproducción que se ofrece “más barata”, o el intercambio del PDF, es que el maestro-escritor logrará tener una visión amplia del problema.

Organicemos realmente explicaciones, cursos, alternativas para que los profesores puedan recomendar libros, capítulos de forma legal, demos los elementos para que los maestros puedan atender este requerimiento: ese es el reto, eso plantea la estudiante de la UAM-Xochimilco; eso es un camino.

Lo que no puede hacerse es cerrar los ojos y suponer que las universidades, sus autoridades no tienen responsabilidad en la promoción de la legalidad.

Por lo demás, ¿para qué invierte tanto el Estado en enseñar a leer si después no propicia el acceso a los libros para promover la lectura? Lo que no puede hacer el Estado es cerrar los ojos y no dotar de recursos suficientes a las bibliotecas; hay más de 7 mil en el país, que serían los establecimientos más cercanos a los lectores, estudiantes o no y, por tanto, el primer frente contra la piratería.

Si la biblioteca cuenta con la dotación de los libros necesarios, suficientes que pueden leerse de manera gratuita en su espacio, ¿qué pasaría con la piratería?

La responsabilidad es de todos y cuando digo todos hablo del Estado, no solo del gobierno, también de los legisladores, del poder judicial.

¿Qué acciones realiza realmente la Fiscalía General de la República para contener, inhibir la piratería? ¿Saben cuánto cuesta organizar un operativo?

Para terminar, dejo unas preguntas para la reflexión: ¿por qué las universidades, y hablo de ellas porque en ese espacio estamos, que construyen a los profesionales del futuro no inhiben el uso de las fotocopias, de las transmisiones digitales ilegales, de los libros ilegales?

Es decir, ¿tiene caso estar aquí hablando una vez más sobre piratería y salir para “bajar” el libro que solicitó el maestro, o que recomendó el colega? ¿La alternativa es regalar los libros y que el Estado, así como proporciona los libros de primaria y secundaria otorgue los libros de nivel universitario? ¿Cuáles son las alternativas para que el conocimiento circule, sea accesible y que al mismo tiempo quienes se dedican a la creación de contenidos, sean remunerados por ese trabajo? Ese es el reto y hay que asumirlo.

En resumen, las universidades son las formadoras de los profesionales del país y requieren promover la legalidad como principio básico; cualquier esfuerzo por lograrlo será poco ante el beneficio que como sociedad se puede lograr.

Las empresas editoriales deben promover modelos de edición que ayuden a que los estudiantes puedan tener materiales de calidad, obras originales, legales y de bajo precio.

Los consumidores debemos atender a la necesidad de legalidad en todas las acciones de la sociedad: no hacerlo en cualquiera de los casos socava las bases de una sociedad democrática.

La responsabilidad del Estado y las políticas públicas será un tema que abordará de manera magistral mi compañera de mesa, Carmen Arteaga.

Aprovecho y adapto una expresión coloquial, esa que dice: “entre todos la matamos y ella solita se murió”, y digo entonces: entre todos la promovimos y ella solita, la piratería, se arraigó…

Espero estar equivocado y todavía estemos a tiempo de evitar ese arraigo.

Muchas gracias.

Carlos Anaya Rosique

Ciudad de México, a 12 de noviembre de 2020.

Hacia una política democrática del ecosistema nacional del libro y sus lecturas

Jesús Anaya Rosique.

Editor e investigador / Colaborador del FCE.

 

1. Existen cuando menos dos posiciones enfrentadas acerca de la definición y logros de las políticas públicas en materia de cultura: una posición sostiene que a partir de los gobiernos emanados de la revolución mexicana (con momentos claves como lo emprendido por José Vasconcelos… o con la creación de Conaculta en 1989…), se formularon y se pusieron en práctica políticas públicas de amplio alcance; o por el contrario, se constata críticamente la ausencia de políticas públicas integrales y coherentes en México, en este texto en particular relativas a educación y cultura, en todas sus articulaciones institucionales (en los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal).

2. Señalamos en el campo de la coyuntura política presente:
Objetivos prioritarios del nuevo gobierno.
• Combatir la desigualdad y la pobreza para implantar la justicia social.
• Desterrar la corrupción en todos los niveles del Estado y de la sociedad.
• Consolidar prácticas democráticas en todos los ámbitos políticos e impulsar un desarrollo económico igualitario.

Y de las avanzadas sociales:
• Construir desde la base de la sociedad una democracia participativa y autogestionaria, sobre los cimientos de una economía social solidaria.

3. Contexto específico: problemas actuales de la industria editorial. Retos y perspectivas
¿Cuál es el desafío presente?
• Lograr un crecimiento sostenido y con rentabilidad, aunque la realidad editorial aparece como un campo minado y lleno de obstáculos…

4. ¿Qué país tenemos?
Lo que documenta el Censo de Población de 2010 (con datos actualizados):
• Insuficiente cobertura educativa y cultural, al igual que sucede en las otras necesidades básicas: empleo, salud y alimentación, vivienda y transportes públicos…
• Aumento generalizado de la pobreza y la desigualdad sociales: “muchos tienen muy poco y unos cuantos demasiado…”.
• Existe un vínculo entre EDUCACIÓN DE CALIDAD y COMPORTAMIENTO LECTOR: en México solo hay un 2% de lectores frecuentes entre los 120 millones de habitantes; según datos de la ONU, la situación en otros países oscila entre un 18% de lectores frecuentes en Chile y 91% en Japón…

5. ¿Qué encontramos en el ecosistema del libro, las lecturas y las escrituras?
• Una oferta “tradicional” variada y múltiple en todos los temas y subgéneros de edición.
• El “cuello de botella” está en los bajos índices de lectura y en canales defectuosos de promoción, exhibición y venta, basta analizar los “escenarios del libro” (librerías, bibliotecas, escuelas, lugares de trabajo, entorno digital…).
• Falta información adecuada y oportuna para el estudio básico de la oferta editorial y la demanda social, fundamental para una “orientación al mercado”, una selección apropiada de títulos y una política comercial y de promoción idóneas.
• Arrastramos un “síndrome crónico de insuficiencia estadística”.

¿Qué resulta urgente?
• Analizar críticamente los datos disponibles de la Caniem, de los “escenarios del libro” y otras fuentes de información (como la Agencia Nacional del ISBN, que debería ser administrada por el sector editorial), para conseguir su congruencia y transformación profunda.
• Levantar un mapa crítico de las librerías, las bibliotecas y el estado de la lectura.

Primera conclusión: una industria editorial precaria e inmadura, dominada por los grandes grupos multinacionales.

Objetivos estratégicos:
• Impulsar la lectura en todos los niveles de la sociedad y multiplicar los lectores.
• Atender la demanda potencial suprimida debido a accesos restringidos.

Tareas urgentes:
• Promover la lectura entre lectores infantiles y juveniles.
• Revitalizar de manera permanente los fondos editoriales.

Las políticas públicas estratégicas buscarán impulsar el desarrollo de la industria editorial en la sociedad.

Algunas preguntas incómodas:
• ¿Vivimos en una verdadera democracia?
• ¿Quiénes deciden y cómo deciden (sin la participación ciudadana):
• Los contenidos de las acciones educativas y culturales del Estado;
• Los programas escolares y los libros de texto únicos y obligatorios.
• Los acervos de las bibliotecas públicas y escolares?
• ¿Cuántos millones de ejemplares NO circulan por nuestras librerías y se quedan almacenados en los depósitos editoriales?
• ¿Por qué millones de mexicanos no consideran a las librerías como organismos sociales de primera necesidad (ni son atraídos por las raquíticas bibliotecas públicas)?

En consecuencia, está a discusión el papel del Estado en los siguientes aspectos:
• El que se haya convertido en el editor principal de la oferta educativa, sobre la cual ejerce un monopolio antidemocrático.
• En cambio, que no haya asumido su verdadera función como facilitador y promotor social, y desde luego como comprador de libros para las bibliotecas públicas y escolares.

Una condición necesaria para una nueva relación: que debe establecerse una alianza autónoma y no subordinada entre industria editorial y Estado para recuperar la capacidad exportadora de libros y la compra-venta de derechos subsidiarios, que perdieron los editores mexicanos en décadas anteriores por decisiones equivocadas de política económica, lo cual favoreció la competencia asimétrica y desigual de España.

Hoy, por ejemplo, el 80 % del mercado nacional de libros de interés general (y en cifras similares los otros subsectores de la edición), están en manos de los grandes grupos multinacionales, que además controlan el intercambio internacional de derechos de autor.

Desde esta perspectiva crítica, es imperativo realizar las acciones siguientes:
• Analizar las cifras de exportación-importación de libros para modificar la actual balanza comercial negativa y garantizar la bibliodiversidad.
• Emprender la revisión crítica y reformulación de la Ley del libro vigente (¿dónde están los beneficios prometidos con la imposición del precio fijo?)
• Implantar los estímulos fiscales que impulsen el desarrollo y beneficien a todos los actores del ecosistema del libro y las lecturas masivas.

Breve memorial de agravios:
a) Persistencia de la debilidad estructural de los canales de distribución y venta de libros, escasos y concentrados en pocos centros urbanos (librerías solo en el 6% del total nacional de municipios); una red nacional de bibliotecas públicas y escolares con acervos desactualizados; universidades y otras instituciones de enseñanza superior ¡¡sin verdaderas bibliotecas!!).
b) Ausencia de políticas públicas integrales y coherentes que beneficien a todos los actores del ecosistema del libro y delimiten la intervención (en la práctica una verdadera y desigual competencia) del gobierno en la actividad editorial.
c) El uso de libros asociado solo a la educación (un mercado cautivo y seguro…).
d) Concentración de la oferta editorial en pocos títulos (best sellers) y empresas.
e) En la práctica, acceso difícil de muchos lectores a los libros.
f) Deficiente atención comercial, concentrada únicamente en ciertos puntos del territorio nacional (las tres ciudades principales); y falta de incentivos para la exportación.

Y paradojas críticas:
• Invisibilidad de la oferta editorial en los escasos puntos de venta.
• Demanda suprimida (y en consecuencia dificultades graves en el acceso a los libros, tanto en los puntos de venta como en las bibliotecas públicas).
• Índice elevado de devoluciones (promedio 53%) y precios de venta que no consideran la situación económica de estratos mayoritarios de la población.

No solo los libros experimentan estas graves dificultades, también las publicaciones periódicas, que tienen problemas en la distribución, en la venta de publicidad, carecen de registros veraces de su circulación, y enfrentan la competencia desigual con los grandes grupos y costos de exportación elevados…

6. Metas estratégicas de la industria editorial mexicana
• Auspiciar la creación de pequeñas y medianas empresas editoriales nacionales, que acoten el predominio actual de las grandes corporaciones. multinacionales en nuestro mercado (que hoy han llegado a controlar el 70 -80 % del mercado de libros de interés general y porcentajes similares en otros subsectores: escolar, infantil-juvenil, científico-técnico…).
• Proponerse el aumento de las exportaciones de libros y en paralelo la adquisición de los títulos extranjeros que promuevan la bibliodiversidad en el mercado nacional y en el ámbito de la edición en lengua española para recuperar la presencia internacional que tuvo nuestra industria en la década de los años 60.
• Lograr que la política gubernamental del nuevo gobierno otorgue estímulos fiscales para que pequeños y medianos empresarios culturales establezcan, a corto y mediano plazos, librerías independientes en todo el país (a semejanza de los planes de desarrollo industrial que se crearon en los años 50 para alentar la industrialización), y propiciar efectivamente el acceso de la población a los libros y garantizar la lectura popular.
• Establecer en todo el país una amplia red de verdaderas bibliotecas públicas, con acervos esenciales y de actualización permanente, préstamo de libros a domicilio y horarios de servicio que puedan aprovechar los trabajadores.

En síntesis, democratizar la cultura.

7. Una cuestión esencial de democracia
Es una cuestión esencial de democracia educativa y cultural limitar la participación del Estado en la concepción, publicación y distribución monopólicas de los textos de educación básica, así como de la determinación unilateral de los contenidos de los diferentes niveles de la enseñanza pública y de los acervos de la red nacional de bibliotecas públicas, contenidos en donde no interviene la sociedad civil, pues son decididos exclusivamente por comités internos controlados y dirigidos por instancias gubernamentales (como la SEP, la Conaliteg y la Secretaría de Cultura).

En cuanto a los libros de texto (definidos como obligatorios y únicos), y presentados equívocamente como “gratuitos” (cuando su financiamiento proviene de las contribuciones fiscales de los ciudadanos), repartidos directamente a los escolares, “matando así el canal”, es decir, privando a las librerías (una de las causas de su limitado número y concentración en las principales ciudades de nuestra geografía) de uno de los subsectores editoriales de mayor público cautivo y masivo, frenando en la práctica su imprescindible desarrollo…

Habría que instaurar, en acuerdo con verdaderos representantes de la sociedad civil, un modelo de distribución de libros educativos básicos que utilice los enclaves libreros para que los padres de familia de los estratos populares recojan los textos escolares mediante el canje de cupones entregados en los planteles, con lo cual se lograría (entre otras cuestiones, el acceso masivo a los libros, el fomento de la lectura y el desarrollo de las librerías), que la población descubra que las librerías son los espacios sociales naturales donde están alojados y se adquieren muchas clases de libros, la herramienta básica para el conocimiento.

8. Otras ideas y propuestas:
• Formular un acuerdo amplio entre el Estado (sobre todo sus instituciones culturales y educativas) y la sociedad civil (encabezada por el ecosistema del libro) para definir una Política nacional del libro, las lecturas y las escrituras, que democratice en verdad el acceso y uso, a través de un conjunto de acciones de corto, mediano y largo plazos:
• Emprender el fortalecimiento de la red de verdaderas bibliotecas públicas, universitarias y escolares, y creación de nuevas bibliotecas que cubran todo el territorio nacional; y que estas bibliotecas tengan un sistema público de préstamo de libros a domicilio, con acervos esenciales y en constante actualización, y horarios de servicio que tomen en cuenta las necesidades de los trabajadores.
• Conquista de nuevos espacios de lectura pública y de numerosos puntos de venta (pequeñas y medianas librerías).
• Programas de fomento social de la lectura.
• Amplio alcance social de las tecnologías de la información. Impulso del entorno digital.
• Apoyo a la investigación del ecosistema del libro y la promoción de la lectura.
• Desarrollo y reforzamiento de la economía del libro. Debe quedar claro que el ecosistema del libro en México comprende dos tipos diferentes de empresas editoriales:

a) Editoriales cuyo presupuesto proviene del dinero público, tienen precios especiales para la adquisición de papel y acuerdos prioritarios para la impresión de obras con empresas gráficas que pertenecen al Estado, por lo cual deben tener un modelo de economía social que favorezca la difusión masiva de sus publicaciones y ofrezca a los lectores descuentos significativos en el precio de venta, ya que en este modelo el cálculo editorial que realizan las obliga al beneficio social y a la eficiencia industrial (no deben participar en la “cultura del despilfarro” que abarrota proverbialmente sus almacenes con millones de ejemplares), es decir, a trasladar el porcentaje que en la economía de las editoriales privadas se identifica con las utilidades del negocio editorial…

De esta manera las editoriales del sector público pueden contribuir en diferentes medidas a estrategias de verdadera promoción de las lecturas en gran escala y con resultados permanentes y acercarse a instaurar una “república de lectores”. Nos referimos en esta nueva e inédita etapa democrática de nuestra vida política a instituciones del sector público como el FCE, Educal, la DGP de la Secretaría de Cultura, la Conaliteg, el INEGI, los múltiples aparatos editoriales existentes en los tres niveles gubernamentales (federal, estatal y municipal), así como las editoriales de las universidades y demás instituciones públicas de enseñanza superior, que en conjunto representan un porcentaje significativo de la producción editorial en México. En este último caso (el de las prensas universitarias), habría que idear un sistema que, respetando la autonomía académica, reconstruya la zona de desastre en que se han convertido.

b) Y por supuesto, las editoriales privadas (micro, pymes y grandes empresas, nacionales y extranjeras, escindidas en su economía dada la naturaleza dual del libro: es uno de los más importantes bienes culturales, vehículo principal del conocimiento (y también del entretenimiento), y al mismo tiempo es también una mercancía peculiar pero que se comporta desde el punto de vista económico como tal, por lo que para reproducirse como empresas tienen que ser eficientes y obtener un porcentaje de utilidad fluctuante según las condiciones de su mercado.

En consecuencia, proponemos que la mejor política pública será la que coordine a los dos sectores en la propuesta común de una política nacional y democrática del libro, las lecturas y las escrituras, cuyos rasgos definitorios se originen en una discusión crítica y franca, abierta a la sociedad civil y al aparato estatal.

CDMX, febrero 27 de 2019

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REFERENCIAS

Nota:
Este listado bibliográfico tiene su origen en una serie de pesquisas originales que se enriquecieron con la aportación resumida de los títulos reunidos en esta sección. Agradecemos a sus autores los aportes realizados al tema central de esta ponencia presentada en el 1er. Foro sobre políticas públicas para el ecosistema del libro, las lecturas y las escrituras en México, celebrado el 27 de febrero de 2019, en la sede de la Caniem.

Libardo Berdugo Palma, Cálculo editorial (Serie Profesional del Libro y la Edición), Cerlalc, Bogotá 1993.
Sabina Berman/Lucina Jiménez, Democracia cultural, FCE, México 2006.
Pierre Bourdieu, Une révolution conservatrice dans l’édition, en Actes de la recherche en sciences sociales, Vol.
126-127, marzo 1999, pp. 3-28.
José Luis Caraggio, Economía social y solidaria. El trabajo antes que el capital, Universidad Salesiana/ Flacso.
México 2011.
Cerlalc, Nueva agenda por el libro y la lectura: recomendaciones para políticas públicas en Iberoamérica,
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